UN INTENTO DE
CONCORDIA SOCIAL EN UN MUNDO RURAL CONFLICTIVO. LOS SANTOS DE MAIMONA EN LOS SIGLOS
XIX Y XX (1850-1930)
Fernando
Sánchez Marroyo
(Universidad de Extremadura)
Resumen: La Revolución Agraria
Liberal privatizó de forma masiva los cuantiosos patrimonios que en el pasado habían
pertenecido tanto a instituciones eclesiásticas como a los concejos. Los que
tenían medios económicos, poder o influencia social lograron hacerse con buenos
patrimonios. Para el resto del campesinado solo, en el mejor de los casos,
pequeñas migajas. Por eso en la segunda mitad del siglo XIX quedó planteada la
cuestión social del campo, como entonces se decía, o la lucha de clases en el
campo en la posterior terminología popularizada por el marxismo. Precisamente
en Los Santos de Maimona apareció una de las más importantes figuras del
catolicismo social extremeño, Ezequiel Fernández Santana. Hombre activo, no
solo generó una importante obra teórica, sino que la acompañó de realizaciones
prácticas. Desde luego los propietarios acomodados no estaban dispuestos a admitir
cambios
que afectaran a su nivel de renta y, en consecuencia llevaron a cabo una
constante labor de obstrucción, que contribuyó a envenenar las ya tensas
relaciones sociales existentes en el campo extremeño.
Palabras clave: Ezequiel Fernández Santana, lucha de clases,
movimiento obrero.
Key
words: Ezequiel Fernández Santana, class struggle, Labour Movement.
Los Santos de Maimona en la historia,
Los
Santos de Maimona, 2009,
Fundación
Maimona, págs. 185-216.
ISBN: 978-84-613-0001-3
1. UN GRAN NÚCLEO RURAL
EXTREMEÑO. DINÁMICA DEMOGRÁFICA Y CARACTERIZACIÓN SOCIOECONÓMICA
Perteneciente a la Orden de Santiago, esta
villa quedó encuadrada tras la Revolución Liberal en el partido judicial de
Zafra. A pesar de las modestas dimensiones de esta jurisdicción municipal, sus
10.734 Has de superficie, inferior a la media provincial, lo convertían en el
segundo término de la comarca, solo superado por el vecino Fuente del Maestre.
Con esta localidad y la de Zafra se disputó históricamente siempre la primacía
demográfica del partido. Mientras en 1857 se veía superada por Zafra, en 1887
alcanzaba al fin la categoría de localidad más poblada de la comarca. Esta
posición la perdería a manos de Fuente del Maestre en el tránsito de un siglo a
otro, la recuperaría en 1920 y conseguiría mantenerla hasta el final del
periodo considerado. Estamos, pues, en presencia de un gran núcleo rural
extremeño, uno de los más importantes de la provincia de Badajoz.
Evolución de la población de las tres
principales localidades del partido de Zafra
|
||||||||
Año
|
Santos
|
Índice
|
Zafra
|
Índice
|
Fuente
|
Índice
|
Badajoz
|
Índice
|
1787
|
4.177
|
100
|
5.351
|
100
|
4.354
|
100
|
229.157
|
100
|
1857
|
5.886
|
141
|
5.965
|
111
|
5.869
|
135
|
404.931
|
177
|
1877
|
6.106
|
146
|
5.595
|
105
|
6.055
|
139
|
432.809
|
189
|
1887
|
6.509
|
156
|
6.120
|
114
|
6.500
|
149
|
481.508
|
210
|
1900
|
6.849
|
164
|
6.136
|
115
|
6.928
|
159
|
520.246
|
227
|
1910
|
7.304
|
175
|
6.492
|
121
|
7.313
|
168
|
593.206
|
259
|
1920
|
8.214
|
197
|
6.681
|
125
|
8.007
|
184
|
644.625
|
281
|
1930
|
8.470
|
203
|
7.759
|
145
|
8.223
|
189
|
702.418
|
306
|
Fuente: Censos de Floridablanca y de población
El aumento demográfico de Los Santos fue superior
al de las otras dos localidades. A lo largo de casi siglo y medio su población
se duplicó, mientras que Zafra, prácticamente estancada durante el XIX, y
Fuente del Maestre quedaron muy atrás en el crecimiento. Claro que comparado
este comportamiento con el que conoció la provincia de Badajoz resulta que esta
comarca fue ralentizando con el paso del tiempo su incremento poblacional. Como
era la norma en la época, su demografía se caracterizaba por una alta
natalidad, que se veía en buena parte neutralizada por una elevada mortalidad[1],
en la que el protagonismo correspondía, hasta bien avanzado el siglo XX, sobre
todo a la infancia.
La densidad demográfica de Los
Santos de Maimona fue siempre muy superior a la media provincial y en todos los
censos figuró entre las primeras localidades de la comarca. Dejando a un lado,
por su exiguo término, a La Lapa ,
únicamente el de la ciudad de Zafra, notable centro comercial, lo superaba.
Tomando como base el censo de 1900, podemos comprobar qué dimensiones alcanzaba
esta realidad en un momento de esplendor de la sociedad agraria tradicional.
Salvando los casos de La Morera
y La Parra ,
todos los demás términos del partido superaban con creces el promedio de la provincia.
Se podría considerar que esta comarca, teniendo en cuenta lo que era normal en
Extremadura, estaba densamente poblada, lo que resalta el protagonismo de Los
Santos.
Población
de las localidades del partido de Zafra en 1900
|
|||
Localidad
|
Superficie/Has.
|
Población
|
Densidad/Km2
|
Alconera
|
3.193
|
1.143
|
35,8
|
Feria
|
7.130
|
3.307
|
46,4
|
Fuente del Maestre
|
17.703
|
6.928
|
39,1
|
La Lapa
|
760
|
488
|
64,2
|
La Morera
|
4.302
|
896
|
20,8
|
La Parra
|
7.845
|
1.772
|
22,6
|
Los Santos de Maimona
|
10.724
|
6.849
|
63,9
|
Medina de las Torres
|
8.818
|
3.383
|
38,4
|
Puebla de Sancho Pérez
|
5.235
|
2.790
|
53,3
|
Zafra
|
6.036
|
6.136
|
101,6
|
Partido
|
71.746
|
33.692
|
47,0
|
Provincia
|
2.149.173
|
520.246
|
24,2
|
El hecho de que un núcleo rural pudiese
históricamente mantener tal densidad poblacional pone de manifiesto que las
tierras poseían unas notables potencialidades agrarias. Salvo en el caso de
Zafra, con un importante sector terciario, el campo daba ocupación a la mayor
parte de la población activa, facilitando los recursos que permitían la
subsistencia familiar. MADOZ[2]
ofrece sobre Los Santos unos datos que si bien son genéricos permiten explicar
estos comportamientos. De acuerdo con ello, a mediados del siglo XIX las
alrededor de 18.000 fanegas del término se distribuían de la siguiente forma:
Superficie cultivada.
|
-Tierras
de pasto y labor: 12.580 fanegas.
-Olivar
y viñedo: 3.200 fanegas.
-Huertas:
76 huertas de una a seis fanegas con frutales.
|
Pastizales.
|
-Tierras
de puro pasto y chaparros: 500 fanegas.
-La
dehesa del Moral de 1.400 fanegas, poblada de monte bajo.
|
El rasgo
más característico era, pues, el dominio de las tierras cultivadas y la escasa
presencia del erial a puro pasto. Destacada era también la importancia de dos
cultivos mediterráneos muy rentables socialmente, el olivar y la vid. Siendo una
zona de secano no deja de llamar la atención la amplia nómina de explotaciones
de regadío, las huertas con frutales. En definitiva, dominaban las tierras de
buena calidad. Como se verá más adelante, los datos del Avance Catastral de
comienzos del siglo XX, mucho más precisos y rigurosos, confirmarán esta
favorable situación.
Como era característico
del ordenamiento agrario del Antiguo Régimen, la distribución del terrazgo
comprendía pequeñas parcelas, generalmente cerradas, y un número variable de
grandes explotaciones, dehesas amortizadas, es decir, de titularidad
institucional. En el caso de Los Santos, a fines del siglo XVIII había tres
dehesas de propios, dos comunes y una dehesilla[3]:
Propios.
|
-D.
Monte: 2.000 fanegas, puro pasto.
-D.
Vieja: 1.500 fanegas, pasto y labor.
-D.
Nueva: 1.100 fanegas, pasto y labor.
|
Comunes.
|
-D.
Rañales: 100 fanegas, labor.
-D.
Moral: 1.500 fanegas, puro pasto y arbolado nuevo.
-Dehesilla: 320 fanegas, pasto y labor.
|
Estas grandes fincas debieron ser
distribuidas entre el vecindario a comienzos del siglo XIX, en los primeros
momentos del régimen liberal. Por eso Pascual MADOZ explicaba en su Diccionario
que el presupuesto municipal de Los Santos de Maimona se cubría con réditos de
censos que se cobran en las seis dehesas Nueva, Vieja, Monte, Dehesilla,
Roñales y Moral, repartidas al vecindario[4].
Cuando
en la década de los años 50 de aquel siglo se puso a punto el catálogo de
montes públicos, los datos de Los Santos muestran lo poco que quedaba al
municipio. Únicamente le pertenecían, en la condición de Montes enajenables pertenecientes a los pueblos, la parte
no repartida de la dehesa del Moral, 357 Has. y la parte repartida de la dehesa
del Moral, 644 Has. Todas ellas cubiertas de encinas.
Estamos, pues en presencia de un gran núcleo rural, cuya
población estaba constituida mayoritariamente por campesinos. El campesinado ha sido siempre una realidad compleja en cuyo seno
convivían históricamente grupos de características patrimoniales enfrentadas,
funciones económicas diversas y, por ello, con condiciones de vida muy
diferentes. La trascendencia de su análisis se deriva del hecho de que
constituían la parte mayoritaria de la población española[5]. De forma
simple (dialéctica dueño de la tierra versus asalariado) es posible
distinguir en el seno de la población rural dos grandes grupos, propietarios y
jornaleros.
La participación en la renta
agraria quedaba, si no determinada, sí desde luego muy condicionada por la
diferente situación patrimonial. Porque es preciso tener en cuenta que al
disfrute de la tierra se accedía también en función de diferentes relaciones
contractuales, contratos de arrendamiento y aparcería, que ampliaban el número
de poseedores. Desgraciadamente las fuentes no suelen ofrecer información sobre
este tipo de situaciones, muy características y esenciales en el mundo rural.
Pero los propietarios no
constituían un colectivo homogéneo. En este grupo convivían personas con
patrimonios de muy distinta entidad. En lo que respecta a la tierra, la principal
fuente de renta, convencionalmente se establece una simple, pero funcional,
distinción entre grandes, medianos y pequeños propietarios. La diferenciación
entre ellos estaba determinada esencialmente por el tamaño y características
del patrimonio rústico. Este elemento requiere constantes precisiones en
función de la muy diferente productividad de la tierra. Además, se pueden
añadir otros factores complementarios como el empleo o no de mano de obra
asalariada. El peso de cada colectivo en el contexto de las comunidades rurales
era muy variable según las zonas. En Extremadura el grado de concentración de
la propiedad, presente en todos los lugares, alcanzaba en algunos sitios una
especial intensidad[6].
La misma complejidad surge si
tomamos como referencia de la clasificación el otro factor de producción,
generador de renta agraria, la ganadería. Aquí también las diferencias
cualitativas se añadían a las meramente cuantitativas. La cabaña lanar
constituía el componente fundamental de los patrimonios pecuarios, sobre todo
de los grandes. Pero el ganado porcino desempeñaba, por lo que se verá más
adelante, un papel clave en la economía familiar, especialmente en las más
modestas.
Los jornaleros, asalariados
agrícolas presentes en todas partes, eran el grupo mayoritario en el Sur de
España, especialmente en Extremadura y, sobre todo, en Andalucía. El jornalero
ocupó siempre el último lugar de la escala productiva, en tanto significaba
mano de obra no cualificada. Como tal era sinónimo de bracero, denominación
alternativa que se usaba con frecuencia en algunos sitios. Su situación
profesional era muy diferente. Algunos, los menos, tenían trabajo fijo. Esto,
aunque el salario fuese escaso, les daba una seguridad que no tenían la
mayoría, cuyo rasgo distintivo era, precisamente, la precariedad en el empleo.
Además, la demanda de sus servicios se concentraba en determinadas épocas del
año; de aquí se derivaba un intenso paro
estacional. Era, sobre todo, en los meses de recogida de la cosecha
cuando se requería abundante mano de obra. El jornalero debía aprovechar esta
ocasión a fin de acumular reservas para el resto del año.
Los inviernos podían ser
terribles para estos asalariados, especialmente si los temporales de lluvias,
que impedían cualquier tipo de trabajo, se polongaban. En estas condiciones el
hambre invernal les obligaba, con frecuencia, a mendigar. Ante la gravedad de
la situación el poder público debía arbitrar respuestas excepcionales para
controlar el problema: comedores populares y alojamientos entre los mayores
propietarios, que debían emplearlos de manera obligatoria en sus fincas. Pero
sobre todo debía recurrirse a lo que se ha denominado como soluciones protokeynesianas, apertura de
obras públicas, aunque si la falta de trabajo se prolongaba la situación se
complicaba mucho. En las crisis de subsistencias características del siglo XIX
resultaban siempre los más afectados por sus escasas reservas.
Los jornaleros eran las
víctimas predilectas, por sus duras condiciones de vida, de la mortalidad catastrófica,
típica de aquella centuria. A pesar de su ambigüedad, las encuestas del
Instituto de Reformas Sociales, de principios del siglo XX, confirman que su
salario difícilmente les permitía, en años normales, atender a sus necesidades;
de ahí que se requiriese el esfuerzo laboral de todos los miembros de la
familia. De ello se derivaban las graves carencias educativas del colectivo; la
asistencia a la escuela pública de los niños era un lujo que no estaba a su
alcance.
Las duras condiciones de vida impulsaban
a muchos a la delincuencia. Los jornaleros eran los protagonistas mayoritarios
de los robos en el campo (frutos, especialmente bellotas y aceitunas, y leñas),
formas de atentado contra la propiedad endémicas en el campo desde el siglo
XIX. La Guardia Civil ,
creada por el Estado Liberal en 1844, era la encargada de controlar estas
situaciones, que, con frecuencia, terminaban trágicamente para los belloteros.
Además, la exigencia de responsabilidades penales por estos hechos, sobre todo
en los casos de reincidencia, llenaba las cárceles de
jornaleros y los hundía aún más en la misería (por la necesidad de hacer frente
al pago de multas y costas judiciales y la imposibilidad de aportar un
salario).
La estrecha dependencia de
todo su sistema de vida de las faenas de la cosecha determinó una fuerte
resistencia a la introducción de maquinaria agrícola en los trabajos del campo,
que expulsaba mano de obra. Por ello, el rechazo a la maquinización fue una
constante en las reclamaciones jornaleras. Los propietarios estaban dispuestos
a mantener el sistema agrario paleotécnico (que requería la aportación masiva
del trabajo asalariado) en tanto hubiese mano de obra barata y no conflictiva,
que situaba los costes de producción en unos niveles reducidos sin necesidad de
realizar inversiones. Pero a medida que, desde comienzos del siglo XX, el
panorama laboral comenzó a ensombrecerse para los intereses patronales, con la
paulatina extensión de los ideales organizativos en el mundo rural (desarrollo
del movimiento obrero) y la difusión del clima reivindicativo entre los
asalariados (emergencia de la conflictividad campesina), la necesidad de
introducir maquinaria se hizo acuciante.
Pero surgió entonces la
violenta oposición de los trabajadores rurales, que procuraron impedir o, al
menos, limitar la extensión del uso de los nuevos medios técnicos en el campo.
Se asistía así a la paradójica situación de un agro con un sistema productivo
arcaico, pero cuya modernización se encontraba con la oposición de los asalariados
explotados, que temían ver desaparecer su precario medio de subsistencia. De
esta manera, la presencia de una importante masa de jornaleros en el medio
rural planteó un difícil reto. Porque no todos eran potenciales empresarios,
capaces de gestionar con eficacia un patrimonio rústico o pecuario.
En Extremadura, tierra de
frontera, apareció además otro contencioso, fuente potencial de graves
conflictos sociales. La presencia de trabajadores portugueses, menos exigentes
en cuestiones salariales, planteó secularmente un serio reto a las autoridades
y a la paz social de los pueblos. Rechazados por los aslariados autóctonos, que
veían en ellos una competencia desleal, eran queridos por los empresarios por
su sumisión. Con frecuencia surgía el enfrentamiento, que podía alcanzar altas
cotas de violencia. Las autoridades debían mediar entre tan contrapuestos
intereses, porque la tensión se iría agudizando con el paso del tiempo.
Los pequeños y medianos
propietarios, dueños de modestas propiedades rústicas tenían una notable
presencia en las comunidades rurales. Pero su situación no dejaba de plantear
problemas. En el régimen liberal, establecido en España en el segundo tercio
del siglo XIX, todo campesino con su esfuerzo debía conseguir unos excedentes
mínimos, en especie o metálico, para atender a tres fines: aportación del mínimo calórico,
necesario para su supervivencia y la del grupo familiar; dotación del fondo de reemplazo,
semilla para la cosecha del año siguiente y para la alimentación del ganado, y dotación de los fondos de renta,
partida que debía alcanzar una mayor entidad si se trataba de no propietarios
que trabajaban tierras ajenas[7].
Desaparecido el Regimen
Señorial, y con ello sus mecanismos de exacción extraeconómica, perdida por
parte de la Iglesia
la posibilidad de extraer excedentes fiscales (diezmo), sería sólo el Estado el
único legitimado para el cobro de impuestos. Como el sistema de amillaramientos
(base del sistema tributario creado con la Reforma de 1845) daba pie al fraude y la ocultación,
resulta que se asistía a la paradoja de un sector agropecuario que contribuía
poco a las finanzas del Estado y al mismo tiempo un campesinado modesto, el que
menos podía ocultar, asfixiado por los
impuestos. El resultado fue para muchos, incapaces de atender a sus
obligaciones tributarias, la pérdida del patrimonio.
La economía de estos modestos
poseedores se complementaba con las ayudas familiares, cuyos aportes resultaban
imprescindibles para el funcionamiento de estas pequeñas empresas agrarias. La
mujer y los hijos (que en frase tradicional nacían con un pan bajo el brazo)
desempeñaban un papel esencial en este sistema económico, que no podía recurrir
a utilizar mano de obra asalariada. Todos colaboraban, pues, en la medida de
sus capacidades, en el esfuerzo productivo, con los consiguientes daños
colaterales derivados de la sobreexplotación de los más débiles, mujeres y
niños. Los efectos negativos sobre la educación infantil fueron tremendos. De
ahí la importancia de las escuelas de adultos, solución, como se verá más
adelante, arbitrada por el reformismo social.
En definitiva, las condiciones
de vida del campesinado fueron duras a lo largo de los siglos XIX y XX. Además,
los años de malas cosechas ponían en situación difícil la supervivencia de la
pequeña propiedad (crisis de subsistencias), incapaz de resistir la competencia
de la grande. Las situaciones críticas que afectaban periódicamente a las
economías campesinas se convirtieron en elementos de desajuste de la vida
rural. Al margen de la llamada crisis Agrícola y Pecuaria, marco general que presidió el desarrollo del agro nacional
a fines del XIX[8],
las constantes dificultades de las modestas economías campesinas, poco
capitalizadas, determinaron un proceso de endeudamiento crónico que originó, en
última instancia, la pérdida del patrimonio.
La crisis del pequeño
campesino se aceleró a fines del XIX y principios del XX ante la imposibilidad
de estas modestas economías familiares de convivir en igualdad de condiciones
con la gran explotación capitalista. La usura, ante la falta de un sistema
articulado de crédito agrícola, tendrá en las capas más modestas del
campesinado su clientela más fiel. En esta situación el peso de los jornaleros
se hacía cada vez mayor, tanto más
cuanto que entre los primeros emigrantes, que comienzan a ser expulsados del
campo de manera intensa a comienzos del siglo XX, figuraban sobre todo pequeños
propietarios[9].
La dieta alimenticia en el
medio rural se adaptada a los productos del campo (cerdo, gallinas, cereales,
leche, huevos), y si bien era poco variada y rutinaria (sopa, gazpacho,
cocido), resultaba un mecanismo eficaz para suministrar a los organismos la
dieta proteínica básica para la perpetuación de la especie. El cerdo siempre
ocupó un papel central, dado que tenía en los grandes encinares su alimentación
más idónea y además todos sus esquilmos eran aprovechables para la
alimentación. En el pescado, el más conocido era la sardina. El panorama
alimentario, obviamente, se presentaba tanto más complicado cuanto peor era la
estructura patrimonial de cada familia. Los jornaleros eran los que estaban en
peor situación para hacer frente a una subsistencia equilibrada.
Coronaban la estructura social
del campo los grandes propietarios. Constituían una reducida oligarquía, cuyo
significado variaba de unas partes a otras del país. Presentes en todos los
sitios, alcanzaban su mayor protagonismo en el Sur, zonas clásicas de dominio
del latifundio. Eran los notables rurales dueños de todos los resortes privados
y públicos (caciquismo) de la sociedad rural hasta los tiempos de la Segunda República.
Muchos de ellos eran antiguos arrendatarios, cuya presencia se vio consolidada
por la Reforma Agraria
Liberal al adquirir fincas de la aristocracia, de la Iglesia o de los municipios.
Compartían el protagonismo económico en el mundo rural junto con la nobleza y
los miembros de la burguesía comercial.
Funcionalmente resulta operativo el uso, sobre todo por
sus potencialidades comparativas, de los datos fiscales como forma de aproximación
a la distribución de la renta. Para ello se hace necesario identificar unos
valores que definan tramos significativos en los que incluir a los
contribuyentes. Dado el largo tiempo contemplado en el análisis, en el que se
conocieron varios modelos de evaluación de la riqueza territorial, se hace
necesario establecer diferentes criterios cuantitativos. Para los valores
precatastrales del siglo XIX, con un elevado grado de imprecisión y riesgo
constante de fraude, establecemos, de
manera arbitraria pero no sin fundamentación experimental, los límites en 4.000
y 1.000 reales de riqueza imponible. De esta forma, los grandes propietarios
serían los que superaran la primera cifra y los pequeños los que no llegaban a
alcanzar la segunda. Entre ambas se situarían los medianos propietarios.
Una realidad característica del mundo rural extremeño era
la existencia entre los propietarios de cada término de vecinos de otros
municipios. La importancia numérica y el significado social de estos
propietarios era muy diferente de un lugar a otro, pero en ninguno estaban
ausentes. Solían darse dos situaciones extremas. Bien la existencia de un
reducido grupo de oligarcas foráneos, dueños de considerables patrimonios,
residentes en muchos casos fuera de Extremadura, bien la presencia de una nube
de modestos propietarios vecinos de los pueblos de los alrededores.
En lo que respecta a la ganadería, los límites para
clasificar a los distintos tipos de ganaderos se situarían en 1.000 y 200
reales. Como en el caso de la riqueza rústica, los grandes serían los que
superaran la primera cifra y los pequeños los que no llegaban a alcanzar la
segunda. Entre ambas se situarían los medianos ganaderos. En el mundo rural
extremeño, tal como por lo demás establecía la legislación, la ganadería se
registraba en las localidades de donde era vecino el titular. Solo
excepcionalmente se rompía este principio. Quiere decirse esto que en Los
Santos de Maimona no había censados fiscalmente ganaderos foráneos. Su
patrimonio pecuario quedaba recogido en sus lugares de residencia.
Riqueza territorial e industrial en reales y
densidad de propietarios rústicos de las localidades del
partido de Zafra en 1852
|
||||||
Localidad
|
Territorial
|
%
|
Industrial
|
%
|
Propietarios
|
P/Km2
|
Alconera
|
212.490
|
3,90
|
2.769,28
|
3,43
|
188
|
5,9
|
Feria
|
400.000
|
7,34
|
3.203,09
|
3,96
|
490
|
6,9
|
Fuente del Maestre
|
1.190.416
|
21,84
|
16.229,02
|
20,07
|
918
|
5,2
|
La Morera
|
147.900
|
2,71
|
862,28
|
1,07
|
163
|
3,8
|
La Parra
|
330.550
|
6,06
|
1.621,27
|
2,01
|
314
|
4,0
|
Los Santos de Maimona
|
996.615
|
18,28
|
10.728,07
|
13,27
|
959
|
8,9
|
Medina de las Torres
|
575.608
|
10,56
|
6.170
|
7,63
|
459
|
5,2
|
Puebla de Sancho Pérez
|
547.223
|
10,04
|
2.448,12
|
3,03
|
669
|
12,8
|
Zafra y La Lapa
|
1.049.950
|
19,26
|
36.811,11
|
45,53
|
479
|
7,0
|
Partido
|
5.450.752
|
100
|
80.842,24
|
100
|
4.639
|
6,5
|
Fuente:
Repartimiento de la
Contribución Territorial e Industrial de la provincia de
Badajoz de 1852
Los Santos de Maimona aparecía a
mediados del siglo XIX como uno de los términos con mayor número de
propietarios rústicos de la provincia y desde luego del partido de Zafra. Esto
significa que existía un notable minifundismo. La densidad de estos poseedores
por kilómetro cuadrado era superior a la media del partido y de la provincia.
Solo el vecino pueblo de Puebla de Sancho Pérez superaba a Los Santos.
En 1852 La Lapa aparecía como un arrabal
de Zafra y sus contribuyentes como vecinos de la ciudad. En ella destacaba el
excepcional protagonismo del sector industrial y comercial, que suponía casi la
mitad de todo el partido judicial. Además, su riqueza en esta ámbito solo era
superada por Don Benito y Badajoz y prácticamente empatada con Jerez de los
Caballeros. También destacaba su riqueza territorial, aunque esto hay que
atribuirlo a la existencia de una considerable riqueza urbana. Como se verá,
los datos catastrales posteriores, mucho más precisos, mostrarán que las
tierras del término de Zafra no eran especialmente ricas.
Efectivamente, los datos
catastrales, dotados de mayor rigor estadístico, fruto del trabajo de expertos
técnicos agronómicos, confirman las grandes líneas de mediados del siglo XIX.
Los Santos de Maimona aparecía como uno de los términos con tierras más ricas
del partido de Zafra y de la provincia de Badajoz. De la misma forma la
densidad de propietarios por kilómetro cuadrado del municipio era muy superior
al promedio comarcal y provincial. En el partido solo era superado de manera
rotunda, como en 1852, por Puebla de Sancho Pérez y de forma más leve ahora por
Feria. El caso de La Lapa
resulta irrelevante por lo exiguo de su término.
Riqueza rústica catastrada en pesetas y
propietarios de las localidades del partido de Zafra en 1930
|
||||
Localidad
|
Riqueza
|
Riqueza/Has.
|
Propietarios
|
Prop./Km2
|
Alconera
|
123.252
|
36,6
|
271
|
8,5
|
Feria
|
252.568
|
35,4
|
961
|
13,5
|
Fuente del Maestre
|
1.067.760
|
60,3
|
2.028
|
11,5
|
La Lapa
|
26.783
|
35,2
|
112
|
14,7
|
La Morera
|
123.071
|
28,6
|
214
|
5,0
|
La Parra
|
245.190
|
31,2
|
399
|
5,1
|
Los Santos de
Maimona
|
587.557
|
54,8
|
1.374
|
12,8
|
Medina de las Torres
|
356.256
|
40,4
|
817
|
9,3
|
Puebla de Sancho Pérez
|
251.306
|
48,0
|
1.063
|
20,3
|
Zafra y La Lapa
|
239.320
|
39,6
|
334
|
5,5
|
Partido
|
3.273.063
|
45,6
|
7.573
|
10,6
|
Provincia
|
68.940.803
|
32,1
|
90.377
|
4,2
|
Fuente: Repartimientos de la Contribución de 1930
Característica del sistema de
propiedad de Los Santos en el siglo XIX era la presencia de un considerable
número de propietarios vecinos de las localidades de los alrededores. Este
aspecto es necesario tenerlo en cuenta porque origina una distorsión en los
datos estadísticos. El número de propietarios adquiere así un nuevo
significado, porque no todos eran vecinos de la localidad. Prácticamente la
mitad de la riqueza rústica estaba en manos de forasteros. La peculiaridad está
en este caso en el hecho de su elevado número, que hacía que buena parte de
ellos fuesen modestos labradores.
Distribución de la riqueza entre vecinos y
forasteros en Los Santos en 1852
|
||||||
Categoría
|
Vecinos
|
Riqueza
|
%
|
Forasteros
|
Riqueza
|
%
|
Rústica
|
673
|
321.598
|
50,9
|
286
|
309.706
|
49,0
|
Pecuaria
|
564
|
182.525
|
100
|
---
|
---
|
---
|
Urbana
|
898
|
181.592
|
98,7
|
4
|
2.450
|
1,2
|
La mayoría de estos propietarios
forasteros eran vecinos de dos localidades próximas, Villafranca de los Barros,
un total de 168 personas que controlaban 142.671
reales de riqueza rústica y Zafra, de
donde procedían otros 93 propietarios, dueños de 126.910 reales de líquido imponible.
Entre ellos, como se verá, aparecían algunos destacados terratenientes, que
unían estas tierras al patrimonio que controlaban en otros lugares.
La
presencia de grandes propietarios foráneos, casi todos vecinos de los pueblos
de los alrededores, era notable. Su patrimonio en Los Santos era exclusivamente
rústico. Dos localidades concentraban la mayoría estos personajes, Villafranca
de los Barros y Zafra. Además, algunos tenían propiedades territoriales en más
términos municipales que los hacían figurar entre los mayores terratenientes de
la provincia. Tres vecinos de la primera localidad, Fernando Jaraquemada
Gutiérrez de la Barreda ,
Juan Fernández de Soria Barrientos y Manuel Solís Salamanca destacarían
especialmente por su protagonismo económico, social y político en la segunda
mitad del XIX.
Grandes propietarios foráneos en Los
Santos de Maimona en 1852
_____________________________________________________________
Nombre Vecino (1) (2) (3) (4)
Agustín Álvarez Zafra 25.500 640 ---
26.100
Miguel Gómez Zafra 10.930 25.420 816 41.916
Pantaleón López Zafra 10.320 17.970 200 36.290
Vicente Risco Zafra 7.535 ------ 300 7.835
Waldo San Martín Zafra 1.680 6.940 --- 15.655
Miguel Calbet Zafra 4.850 3.040 --- 7.890
Gregorio Muro Zafra 4.410 6.250 --- 14.865
Vicente Goitia Zafra 3.905 10.040 493 32.777
Juan Domínguez VfBarros 21.500 ------- --- 21.500
Fernando Jaraquemada VfBarros 12.285 25.296 --- 92.885
Manuel Solís VfBarros 10.205 35.480 --- 84.599
Juan F. de Soria VfBarros 6.325 14.948 --- 38.183
Pedro Gordillo VfBarros 5.190 7.171 75 12.436
Alfonso Prieta VfBarros 4.000 5.869 --- 9.869
(1) Riqueza Rústica en Los Santos
(2) Riqueza territorial y pecuaria en su localidad de residencia
(3) Riqueza industrial
(4) Total riqueza territorial y pecuaria en la provincia
Entre estos
terratenientes vecinos de Zafra figuraban algunos importantes industriales.
Destacaba Miguel Gómez dueño de una fábrica de curtidos en Zafra, una de las
más notables de la provincia. Pantaleón López tenía un molino de aceite en
aquella localidad. Vicente Risco era especulador en granos. Pedro Gordillo era
mesonero y Vicente Goitia aparecía como el más polifacético, abastecedor con
cinco tabernas y arrendatario del impuesto de carnes y de vino.
Rasgo
peculiar del sistema de propiedad de Los Santos era la escasa presencia
aristocrática. Solo el Conde de Vía Manuel alcanzaba notable protagonismo.
Otros aristócratas locales se confundían con los grandes hacendados rurales
(Conde de Villa de Santa Ana, vecino de Bienvenida; Juan Manuel Rico, III Conde
de Casa Henestrosa). Incluso algunos eran modestísimos propietarios en este
término (Marqués de Lorenzana, Conde de Villapanés).
Dos vecinos
de Los Santos, destacados miembros de la oligarquía local, alcanzarían un
notable protagonismo público en la segunda mitad del siglo XIX. Los dos
trascenderían el marco local y se moverían, si bien de manera efímera, en el
ámbito nacional, aunque en campos políticos enfrentados. Fueron ejemplos de
aquellos notables que dominaban los distintos planos, económicos, sociales y
políticos, del mundo rural extremeño de aquella centuria.
Cesáreo
Durán Blázquez fue uno de estos ilustres vecinos de Los Santos de Maimona.
Nació en los últimos años del reinado de Fernando VII, hijo de un general que
sirvió a las órdenes de Espartero. Fue militar, pero abandonó pronto la carrera
de las armas. Militó en las filas del Partido Progresista y fue seguidor de
Olózaga, Prim y Ruiz Zorrila y después de Ezquerdo. Inició su vida pública como
diputado provincial por el distrito de Zafra, al que representó en dos
ocasiones, 1860 y 1868. Durante el Sexenio Democrático alcanzó su máximo
protagonismo y fue Diputado a Cortes por el distrito de Almendralejo en las segundas
elecciones de 1872.
La crisis
de la I República
le alejó del primer plano de la vida pública, aunque siguió su actividad
política, ahora en las filas del republicanismo. En 1898 era presidente del
Comité provincial del partido republicano progresista. Falleció a los 70 años
en Los Santos de Maimona el 6 de mayo de 19 00. Uno de sus nietos, Diego Hidalgo Durán,
alcanzó también una gran notoriedad como hombre público en el siglo siguiente,
durante la etapa de la
Segunda República. Por su protagonismo político ha sido,
indudablemente, la figura más importante hija de la localidad.
El otro vecino destacado en el plano político durante el
siglo XIX fue Juan Murillo Rico. Nació en Los Santos de Maimona el 14 de noviembre de 18 36,
hijo de Juan Murillo Uribe, natural de Bodonal, y de María Manuela Rico (de
Henestrosa) Vargas, de Los Santos de Maimona, hija de un aristócrata local,
Juan Manuel Rico de los Ríos, III conde de Casa-Henestrosa. Como era normal en la época, inició su vida
pública en el plano local. Su emergencia se produjo tras la crisis de la I República , la que
arruinó la carrera de su convecino Cesáreo. Fue diputado provincial por Los
Santos de Maimona en 1874 y 1875, por designación gubernativa. Esto significa
que era persona de orden, afín a los partidos dinásticos.
Institucionalizado el
régimen de la
Restauración en 1876, Juan Murillo Rico intentó crearse un
hueco en las filas del Partido Conservador. Aunque fue senador por Badajoz en
1876, también su carrera política fue breve, se vio desplazado por otros
notables conservadores. La confección
de las candidaturas tanto de diputados como de senadores originaba
enfrentamientos entre los siempre numerosos aspirantes a la protección
ministerial, requisito imprescindible para luchar con posibilidades de éxito.
El peso de los notables locales podía interferir los planes gubernamentales. Falleció hacia 1890,
pues su partición hereditaria se realizó a comienzos de 1891.
El enfrentamiento entre notables fue especialmente
grave en 1876. El peculiar desarrollo de la elección de diputados a Cortes en
Badajoz había dejado sin escaño a importantes figuras del conservadurismo
local. De esta manera la candidatura oficial al Senado por la provincia,
compuesta por dos destacados y veteranos políticos del moderantismo provincial
(Manuel Dorado y Jacinto Balmaseda) y dos notables nacionales impuestos por el
Gobierno (el Patriarca de las Indias y el Duque de Osuna) se vio en
dificultades. Se presentaron otros bajo la etiqueta de adictos, entre ellos
Juan Murillo Rico, que no figuraba en la candidatura oficial, y logró desplazar
a uno de los dos foráneos[10].
Sin embargo, a pesar de la victoria conseguida, no
llegó a disfrutar de su triunfo, pues no le dio tiempo a jurar el cargo. En la
nueva elección para senadores de 1877, consecuencia de la preceptiva
renovación, volvieron a plantearse problemas al surgir nuevamente más
candidatos que escaños. Juan Murillo Rico, a pesar de las gestiones que realizó
en Madrid, tampoco consiguió verse incluido en la candidatura oficial. Ahora no
hubo sorpresas para el Gobierno y así terminó su efímera carrera política.
Este nieto del Conde de Casa Henestrosa dio un brillo especial a tan
linajuda familia, pues logró acumular un considerable patrimonio rústico, que
lo convirtieron en uno de los grandes terratenientes de la Restauración. Así
logró figurar en los primeros lugares de la relación de grandes contribuyentes
de la provincia de Badajoz en 1875. Prueba de esta destacada preeminencia
económica es que al fallecer tenía cédula personal de 2ª clase. Junto a lo
heredado, lo adquirido, pues fue un activo participante en el mercado de la
tierra decimonónico. Sus propiedades, además de las localizadas en Los Santos,
se extendían por los términos vecinos de Segura de León, La Morera , Fuentes de León,
Usagre, Cabeza la Vaca
y Rivera del Fresno. Se trataba de grandes dehesas, que en el pasado reciente
formaron parte del caudal concejil. Las adquirió en los años 60, algunas
directamente por compra al Estado en la desamortización de MADOZ, y otras
recibidas de primeros compradores. Parte de lo adquirido lo cedería al poco
tiempo.
La distribución de
los distintos tipos de propietarios entre las tres categorías ya definidas
muestra que el nivel de concentración de la riqueza rústica en Los Santos era
elevado a mediados del XIX. Sin alcanzar la importancia conocida en otros
lugares de Extremadura, sí es cierto que un reducido grupo de terratenientes
controlaba buena parte de las tierras del término, aunque la mayoría de éstas
pertenecía a los medianos y pequeños poseedores. Algo similar ocurría con la
ganadería, aunque aquí el grado de concentración de la riqueza era aún mayor.
Distribución de la riqueza imponible entre los
distintos tipos
propietarios rústicos en Los Santos en 1852
|
||||
Categoría
|
Nº
|
%
|
Riqueza
|
%
|
Grandes
|
32
|
3,3
|
288.665
|
45,7
|
Medianos
|
91
|
9,5
|
174.128
|
27,6
|
Pequeños
|
836
|
87,2
|
168.511
|
26,7
|
Total
|
959
|
100
|
631.304
|
100
|
Distribución de los propietarios
ganaderos en Los Santos en 1852
|
||||
Categoría
|
Nº
|
%
|
Riqueza
|
%
|
Grandes
|
19
|
3,4
|
105.670
|
57,9
|
Medianos
|
79
|
14,0
|
35.480
|
19,4
|
Pequeños
|
466
|
82,6
|
41.375
|
22,7
|
Total
|
564
|
100
|
182.525
|
100
|
El mayor propietario rústico de Los Santos era una institución, el
municipio, y los siguientes vecinos de Villafranca de los Barros y Zafra. Hasta
el décimo puesto no aparecía un santeño, Santiago Saavedra, que prácticamente
no tenía ganados. Otro importante vecino Juan Manuel Rico, III conde de Casa
Henestrosa, era un modesto ganadero. El resto de los terratenientes poseía un
importante patrimonio pecuario. De los 32 grandes propietarios de la localidad,
solo 13 eran vecinos de Los Santos.
Los
grandes propietarios rústicos y ganaderos vecinos de Los Santos de Maimona en
1852
__________________________________________________________________
Nombre R.Rústica R.Urbana R.Pecuaria Total
Murillo Uribe, Juan 7.525 2.000 15.535 25.060
Carvajal, Francisco Javier 7.295 1.250 12.730 21.275
Reyes, Pedro María 5.425 1.100 7.570 14.095
Murillo, Ángel 6.165 2.425 4.630 13.220
Flores, Francisco 3.600 650 7.850 12.100
Carvajal, Antonio
José 4.515 2.200 5.190 11.905
Saavedra,
Santiago 9.595 1.700 20 11.315
Zapata, Juan Vicente 2.970 800 7.250 11.020
Martínez, Diego 3.940 1.560 5.220 10.720
Durán, Juan 3.740 800 5.755 10.295
Rico, Juan Manuel 8.120 1.200 720 10.040
Lemos Muñoz, Antonio 2.915 650 5.755 9.320
Ulloa, Antonio 3.225 800 3.585 7.610
Cabrera Rico, Luis 560 600 6.000 7.160
Oyarso, Juan 4.515 1.800
770 7.085
Lemos García, Antonio 5.450 1.070 ----- - 6.520
Becerra, Lorenzo 3.370 300 2.695 6.365
Apolo, Antonio 4.405 900
600 5.905
Acosta, Antonio 1.245 1.450 3.000 5.695
Rodríguez, José 2.160 400 3.010 5.570
Verde, Cristóbal 1.290 600 3.635 5.525
Gómez de Terán, Luis 4.055 600 400 5.055
Ulloa, Francisco 4.455 560 ----- 5.015
Rico, Ramón María 4.725 --- ----- 4.725
Martínez, Josefa 1.595 860 1.400 3.855
Martínez, Manuel 350 350 2.460 3.160
Rodríguez, Antonio 935 450 2.400 3.785
Fuente: Repartimiento de la
contribución territorial de 1852
Como se puede comprobar, los grandes ganaderos,
aunque tenían un notable caudal territorial, lograban la mayor parte de su
renta de su patrimonio pecuario. Si las tierras propias no eran suficientes,
recurrían a arrendar otras ajenas. Estos fondos posibilitarían una acumulación
de capital que se invertiría en incrementar el patrimonio rústico en cuanto se
lanzasen al mercado nuevos bienes. Esto ocurriría a partir de 1855, cuando la Ley Madoz puso a la
venta grandes masas de bienes de procedencia concejil. Vecinos de Los Santos
participarían en estas compras de tierras en los términos de los alrededores.
Los datos fiscales del XIX, en algunos aspectos
poco precisos, se pueden confirmar o rectificar en su caso con la información
catastral. Se logra así una visión más precisa del sistema de propiedad de la
tierra. Según Pascual CARRIÓN[11],
Los Santos de Maimona era el término más parcelado del partido, pues de 10.724
Has., 7.631 ocupaban las fincas menores de 10 Has., (lo que suponía el 71,2 %
del término) y 2.454 Has. (22,9 %) las de 10 a 100. Solo había una finca grande de 275
Has. (2,6 %). Dominaban el paisaje agrario, pues, los predios de pequeñas
dimensiones y en abierto contraste con lo que era característico de buena parte
de los pueblos de Extremadura, las grandes explotaciones agropecuarias estaban
prácticamente ausentes.
Esta estructura del parcelado, si bien orienta
sobre un rasgo importante de la economía rural, resulta insuficiente para
conocer un aspecto básico como es el control de la renta agraria. Lo realmente
fundamental del sistema de propiedad es conocer la distribución del terrazgo y,
sobre todo, de la riqueza imponible. En 1930 había en Los Santos de Maimona
1.374 propietarios rústicos. Esto significa que era uno de los términos de la
provincia de Badajoz con mayor número de poseedores. Solo 14 municipios
superaban esa cifra, todos ellos, menos Villafranca de los Barros, de mucha
mayor extensión. Se confirma, pues, esta característica secular de la
localidad, el elevadísimo número de propietarios rústicos.
Pero el aspecto verdaderamente clave es conocer
cómo se distribuía la riqueza entre los diferentes tipos de poseedores. Hay que
tener en cuenta que dado el paso del tiempo y los cambios monetarios
producidos, los límites entre los distintos grupos se establecen ahora en 5.000
y 1.000 pts .
Los grandes propietarios por encima de esa cifra y los pequeños por debajo. El
resultado confirma y enriquece una realidad que ya se conocía desde el siglo
anterior. Los Santos de Maimona era uno de los términos municipales de la
provincia de Badajoz y de Extremadura en el que la distribución de la riqueza
rústica resultaba más equilibrada. Entre medianos y pequeños controlaban las
tres cuartas partes del total, lo que resultaba excepcional.
Distribución de la riqueza imponible entre los
distintos tipos
propietarios rústicos en Los Santos en 1930
|
||||
Categoría
|
Nº
|
%
|
Riqueza
|
%
|
Grandes
|
17
|
1,2
|
162.680
|
27,7
|
Medianos
|
106
|
7,7
|
223.635
|
38,1
|
Pequeños
|
1.251
|
91,1
|
201.242
|
34,1
|
Total
|
1.374
|
100
|
587.557
|
100
|
Fuente: Repartimiento de la contribución rústica de 1930
Para que estos datos adquieran un significado más
preciso es necesario referirse a un último aspecto, la dedicación de las
tierras, los cultivos dominantes en el término. Porque el contenido económico
de los pequeños patrimonios es diferente en función de los aprovechamientos de
las fincas. Aquí también se observa que los datos del siglo XIX se confirman de
forma precisa. Las generalidades del pasado fueron sustituidas por el rigor de
las caracterizaciones catastrales.
Aprovechamientos de las tierras de Los
Santos de Maimona a comienzos del siglo XX
|
||
Cultivo
|
Superficie/Has.
|
%
|
Hortalizas y
frutales
|
155,24
|
1,5
|
Cereal
|
6.116,81
|
61,7
|
Vid
|
138,53
|
1,3
|
Olivar
|
2.266,92
|
21,1
|
Vid y olivar
|
432,35
|
4,1
|
Encinar
|
798,85
|
7,5
|
Dehesa de puro
pasto
|
711,11
|
7,0
|
Improductivo
|
30,49
|
0,3
|
Fuente: Servicio de Avance Catastral
La precisión de las cifras no deja
lugar a dudas. Tres rasgos fundamentales hay que señalar: que casi los dos
terceras partes de las tierras se labraban, que más de la cuarta parte de la
superficie del término de Los Santos se dedicaba a cultivos tan rentables como
vid y olivar y que el monte, exclusivamente de encinas, era muy escaso. Bien es
verdad que el cultivo del cereal mayoritario (el 90 %) era al quinto, es decir
tres años de pasto, uno de barbecho y el último de labor.
La importancia del olivar convertía
a Los Santos en el séptimo término de la provincia por la superficie ocupada y
el porcentaje sobre el total. Tres grandes términos vecinos superaban sus
valores (Almendralejo, Fuente del Maestre y Villafranca de los Barros). Vid y
olivar situaban a nuestra localidad entre las diez primeras del total
provincial. También es preciso tener en cuenta la importancia del regadío, pues
por el peso de hortalizas y frutales Los Santos se convertía en el quinto
término en superficie de Badajoz. En definitiva, multifundismo y buenas tierras
daban un perfil peculiar, diferente a lo que era característico de Extremadura,
a este gran núcleo rural. Esta realidad productiva tendría una notable
incidencia en la vida socioeconómica de la localidad.
Aunque la mayoría de la población se dedicaba a
las actividades agrarias, había un reducido grupo de vecinos que constituían el
sector industrial y comercial, minúsculo, como por lo demás era lo normal en
Extremadura[12].
Eran alrededor de un centenar de contribuyentes que se concretaban en 98
titulares diferentes. Es preciso tener en cuenta que básicamente se trataba de
modestos artesanos y comerciantes, si bien la matrícula industrial recogía
también un conjunto de actividades que incluidas en el sector servicios
resultan de difícil caracterización. Por ello, al margen de mencionarlos,
optamos por dejarlos fuera de consideración estadística.
Se trataba de profesionales de la sanidad, tres
médicos; arrendatarios de consumos, seis, y barberos, diez. Sorprendentemente,
dada la categoría del lugar, no había en Los Santos ningún abogado en
ejercicio. Los existentes en el partido judicial se localizaban en la capital
comarcal, Zafra, tres, donde radicaba un juzgado de Primera Instancia,
suministrador potencial de clientela, y en Fuente del Maestre, otros dos. Esta
situación se mantendría, al menos, durante buena parte de la segunda mitad del
siglo XIX[13].
El
sector industrial en Los Santos de Maimona en 1852
|
|||
Tipo
|
Nº
|
Cuotas
|
%
|
Industrias alimentarias
|
20
|
1917,48
|
20,8
|
Metalúrgica
|
11
|
468,57
|
5,1
|
Química
|
3
|
207,90
|
2,3
|
Cerámica
|
9
|
400,98
|
4,3
|
Madera
|
4
|
167,88
|
1,8
|
Cuero y calzado
|
12
|
507,60
|
5,4
|
Total
|
59
|
3670,41
|
39,7
|
El
sector comercial en Los Santos de Maimona en 1852
|
|||
Tipo
|
Nº
|
Cuotas
|
%
|
Comercio alimentario
|
10
|
1421,34
|
15,3
|
Bebida y comida
|
13
|
2594,25
|
28,1
|
Varios
|
6
|
1546,48
|
16,8
|
Total
|
29
|
5562,07
|
60,2
|
En el campo artesanal el protagonismo
correspondía, como era la norma en el ámbito rural extremeño, a las industrias
alimentarias, en las que la molinería desempeñaba el papel fundamental en sus
dos grandes subsectores. El núcleo básico lo representaba la industria harinera
y panadera. Se trataba de las dos fases en que se dividía el proceso
productivo: obtención de harina y producción de pan. La fabricación de aquélla
se realizaba en los tradicionales molinos harineros[14].
Su fuerza motriz básica era el agua, en corrientes que sufrían un notable
estiaje, por lo que el proceso era estacional cesando con frecuencia la
producción en verano. Después la fabricación de pan, que aparecía recogida en
dos categorías de establecimientos. Por un lado los hornos de pan, instalaciones
mixtas porque también vendían el producto elaborado. Por otro las tahonas, que
también eran molinos de harinas y panaderías.
El otro
subsector era el de la molinería de aceite. Había en Los Santos cuatro molinos
de este tipo, lo que no dejaba de tener importancia porque en toda la provincia
solo existían un centenar de instalaciones de este tipo, dispersas en 69
localidades. Este tipo de industria estaba presente en todos los términos del
partido de Zafra. Se trataba de instalaciones muy rudimentarias, prensa o viga
aunque en este caso no se detallaban sus características. También el término
fábrica era excepcional[15],
la expresión dominante era molino de aceite.
No existían en Los Santos de Maimona
establecimientos textiles. Tampoco era esta una actividad que en el pasado
hubiese tenido tradición en la villa. La proximidad de Zafra debía resultar
determinante. El minúsculo sector químico comprendía dos calderas de jabón. Se
elaboraba un producto poco sofisticado, pero eficaz para su misión. Completaba
el sector un cerero. La fabricación de velas resultaba imprescindible tanto
para la iluminación de los hogares como para atender las prácticas piadosas.
El sector metalúrgico estaba constituido por media
docena de herreros, que en modestas fraguas realizaban a mano pequeños trabajos
de forja, atendiendo sobre todo a la reposición y renovación del instrumental
agropecuario. Muy relacionado con ello estaban cinco herradores encargados de
herrar las caballerías.
La cerámica comprendía a siete albañiles, artesanos
expertos en la construcción y reparación de inmuebles. En otros lugares de la
comarca aparecían como alarifes, término sinónimo. Junto a ellos completaban el
sector dos “fábricas” de tejas, aunque en realidad bajo tan rotundo nombre se
escondían unos modestos hornos. En algunos lugares en estos establecimientos
también se fabricaban ladrillos. El sector de madera estaba constituido por
cuatro carpinteros y el de cuero y calzado por una docena de zapateros.
El comercio aunque estaba constituido por menos
activos, representaba mayor aportación al volumen total de las cuotas. Uno de
sus tres sectores destacaba claramente sobre los demás por el número de activos
y la importancia de sus cuotas. En el de alimentación el rasgo más destacado
era la ausencia de las tradicionales abacerías, establecimientos donde se
vendían artículos alimenticios de primera necesidad, aceite, vinagre,
legumbres, etc. Y resulta sorprendente porque en la provincia de Badajoz eran
numerosos, especialmente en la capital de la provincia, donde se localizaban un
centenar. También eran numerosas estas tiendas en otra localidad del partido,
Fuente del Maestre. La venta de pan se realizaba directamente donde se
fabricaba, en los hornos, que se incluyen en la actividad industrial. Por tanto
el sector no aparecía como especialmente fuerte. Parte importante de él lo
constituían los especieros, casi la mitad de los existentes en la provincia de
Badajoz. Además un carnicero y un especulador de granos.
Más importancia adquiría el sector de bebidas y
comidas. El establecimiento más característico del medio rural pacense era la
taberna (venta al por menor de vinos y aguardientes), de las que existían más
de trescientas, dispersas por todo el ámbito provincial, pero con una acusada
concentración en la ciudad de Badajoz, con más de un centenar. En Los Santos,
sin embargo, no aparecía ninguno de estos centros de sociabilidad, donde se
bebía, se jugaba y se hablaba, en suma se relacionaban los vecinos. Sí los había en otros lugares del partido,
sobre todo en Fuente del Maestre.
Lo característico aquí eran los mesones,
establecimientos donde se daba habitación y comida a los viajeros, pero también
se bebía, más abundantes en la provincia y sobre todo más dispersos. En la
matrícula aparecían ocho mesoneros. Se incluye aquí otra actividad relacionada
con el sector, parador de carros. En Los Santos existían tres de los cinco que
había en la provincia de Badajoz, los otros dos se localizaban en la vecina
Villafranca de los Barros, en la misma ruta de Sevilla. Completaban el sector
un abastecedor de vino y otro de aguardiente que tenían seis puestos.
En el sector de varios se recogen aquellas otras
actividades relacionadas con el comercio de difícil encaje en otros epígrafes.
Lo más destacado era la presencia de tres mercaderes. Bajo este epígrafe tan
tradicional y genérico, que incluía más de trescientos profesionales en la
provincia, se recogía a aquellas personas que comerciaban con todo tipo de
géneros al por mayor. Aquí aparecían los grandes comerciantes de Badajoz. Buena
parte de ellos, como se indicaba en la matrícula, trataban con géneros
textiles. Y así en algunos lugares se aclaraba que se trataba de mercaderes en
“telas y tejidos”, “lencerías”, “paños”, “sedas”, “cintas”, “lienzo”, etc. Pero
no faltaban otros en que se hablaba de “ultramarinos”, “carne”, etc. El más
importante mercader de la provincia, Guillermo Nicolau Rivalaygua, de Don
Benito, aparecía simplemente con ese epígrafe. Llama la atención que en Zafra
no apareciese ninguno. Allí se empleaba otra caracterización, también genérica,
“comercio al por mayor y menor”. Así figuraba la mayor empresa comercial de
Extremadura, “Basilio Sáez y CIA” de Zafra. Entendemos, pues, que los
mercaderes eran mayoristas que traficaban con todo tipo de productos.
Completaban el sector dos boticas.
La vida rural del siglo XIX estuvo protagonizada
por un complejo proceso de profundas repercusiones socioeconómicas, la Reforma Agraria
Liberal. Esta se concretó en diversos planos, en función de las múltiples circunstancias
posesorias que caracterizaban el ordenamiento agrario del Antiguo Régimen. No
todos afectaron a Los Santos de Maimona. Dado que era una localidad de las
Órdenes, que en la práctica equivalía al realengo, no se conocieron en ella las
tensiones entre los titulares de los señoríos y los pueblos. La única
manifestación de la
Reforma Agraria Liberal fue el proceso de privatización de
los bienes hasta entonces en manos de instituciones religiosas y civiles.
La desamortización eclesiástica de Mendizábal-Espartero
tuvo escasa incidencia en los municipios del partido de Zafra. En lo que
respecta a los inmuebles rústicos, desde el punto de vista de la superficie
enajenada, solo en dos términos, Fuente del Maestre, con 562,02 Has., y Puebla
de Sancho Pérez, con 551,57, se superaron las 500 Has., cifra que marcó el
promedio provincial. En Los Santos ni siquiera se llegó a esos valores. Se
trataba de pequeñas propiedades, tierras, olivares, huertas, pero muy
rentables.
Entre los inmuebles urbanos vendidos destacaron
algunos conventos. En Los Santos de Maimona se enajenó el de la Concepción , de monjas
franciscas. Fue en Zafra, como destacado núcleo urbano, donde las ventas de
edificios representaron una notable importancia. De hecho en esta localidad se enajenaron más
de la mitad de los inmuebles urbanos del partido, entre los que figuraban
varios conventos. A pesar de ello, el valor total de los bienes rematados no
estuvo en consonancia con este protagonismo. Porque la finca más importante
vendida en el partido, y considerada como bien urbano, fue la charca-albuera, con
molinos, casa y cercado, de Feria, de
los carmelitas de Badajoz, rematada en un millón de reales.
En este modesto proceso de compras participaron
algunos vecinos de Los Santos, que adquirieron bienes tanto en su propia
localidad como en otras vecinas. Los mayores compradores, por el volumen de su
inversión, superior a los 20.000 reales, fueron Tomás María Romero, Antonio
Lemus Muñoz, Juan Antonio Murillo (el más destacado de todos, con 309.236
reales), Juan Durán, Antonio Montaño, Santiago Saavedra, Antonio Ulloa, Isidoro
Valladolid y Juan Vicente Zapata[16].
Desamortización
de Mendizábal-Espartero en Los Santos de Maimona
|
||||
Nº
|
Tasación
|
Remate
|
Superficie/Has.
|
|
Fincas urbanas
|
5
|
98.089
|
122.200
|
-
|
Fincas
Rústicas
|
73
|
315.108
|
474.854
|
447,52
|
Clero regular
|
40
|
203.212
|
274.882
|
281,98
|
Clero secular
|
33
|
111.896
|
199.972
|
165,54
|
Total
|
78
|
413.197
|
597.054
|
447,52
|
Fuente:
M. A. NARANJO SANGUINO, La desamortización de Mendizábal-Espartero en la
provincia de Badajoz (1836-1852), Tesis doctoral, Universidad de
Extremadura, 1994
La última desamortización, la de Madoz, apenas
afectó a Los Santos. Aunque, como se ha visto, en el término existían varias
grandes dehesas concejiles, fueron repartidas al vecindario antes de 1855. Tal
como hemos dicho ya, de acuerdo con los datos disponibles, procedentes del
Catálogo de Montes de 1859, de este considerable patrimonio rústico solo
quedaba en manos públicas el encinar de la dehesa del Moral, tanto de la parte
repartida, como de la aún no enajenada, incluido en la categoría de Montes
enajenables pertenecientes a los pueblos. No destacaba, pues, Los Santos en el
contexto del partido de Zafra por la potencia de su caudal concejil. Claro que
peor era la situación de Fuente del Maestre, donde no existían este tipo de
bienes. En definitiva, en esta comarca, cuanto más extenso era el término menos
entidad alcanzaban los patrimonios concejiles.
Montes
públicos existentes en el término de Los Santos de Maimona en 1859
|
||
Nombre
|
Superficie
en Has.
|
Tipo
|
Parte
no repartida de la dehesa del Moral
|
357
|
MEPP
|
Parte
repartida de la dehesa del Moral
|
644
|
MEPP
|
Total
|
1.001
|
Fuente: Catálogo de Montes Públicos de
1859
Tal como refleja el cuadro, la mayor parte del
encinado público estaba sobre tierras que eran por entonces de propiedad
particular. Por eso una vez vendido por el Estado, ya en los años 60, el
interés de los vecinos dueños de parcelas de la dehesa del Moral fue
adquirirlo, unificando la propiedad, fortaleciendo su patrimonio y evitando
enojosos conflictos por la difícil compatibilización de los disfrutes de suelo
y vuelo. En algunos lugares se formaron sociedades colectivas para su compra y
posterior reparto; en otros se comisionaba a un destacado personaje local que
lo adquiría en nombre de los demás. Así debió ocurrir en Los Santos. De esta
forma, en marzo de 1869, ante el notario de la localidad, Antonio Ulloa Ortiz
vendía a 50 vecinos, dueños del suelo, el arbolado de sus tierras
pertenecientes a la parte repartida de la dehesa del Moral.
La parte no
repartida, considerada dehesa boyal, sería enajenada en estos años. La única
gran venta de tierras procedentes de los propios de Los Santos que conocemos se
escrituró en 1867 en Badajoz[17]. Mediante ella dos
vecinos, importantes propietarios de la localidad, Juan Durán y María Francisca Rodríguez Lemus, compraron al
Estado un terreno en la dehesa boyal, de 281,5 fanegas de marco real (181
Has.), rematado en 304.600 reales.
Privatizado,
pues, el suelo, comenzó en las últimas décadas del XIX a plantearse un grave
problema social, agudizado por el importante crecimiento demográfico de la
localidad. A pesar de la notable riqueza de las tierras del término, no todos
los vecinos tenían las mismas posibilidades de disfrutar de la renta agraria.
Surgía, pues, la llamada cuestión social del campo, que en la terminología
marxista, dominante en los ámbitos académicos en los años 70 y 80 del pasado
siglo, se caracterizaba como lucha de clases.
Manifestación
recurrente sería el paulatino desarrollo en el medio rural de frecuentes
episodios tumultuarios de muy diferente entidad. Eran la expresión de un hondo
malestar en el campesinado humilde, sometido a unas difíciles condiciones de
subsistencia. Proscritos por la ley los conflictos laborales, considerados por
el Código Penal maquinaciones para alterar el precio de las cosas hasta
comienzos del siglo XX, cuando se aprobó la ley de huelgas que las reconocía
como instrumento legítimo de las discrepancias entre capital y trabajo, su
plasmación adquiría la condición de hecho subversivo. La falta de organización
hacía que las protestas alcanzasen con frecuencia la forma de motines,
manifestaciones de protesta primaria.
No fue,
desde luego, Los Santos de Maimona una localidad que sobresaliera en el
contexto de la provincia de Badajoz por la intensidad de sus conflictos
sociales. Siendo por su peso demográfico uno de los más importantes núcleos
pacenses, con un destacado censo campesino, no apareció nunca en lugar
destacado ni por el número y diversidad de episodios ni por la violencia de los
cuadros conflictivos. Ninguna de las fuentes disponibles, prensa, datos
policiales, gubernativos o judiciales refleja una presencia de Los Santos de
Maimona acorde con su protagonismo. Ni en los momentos más propicios, por
quiebra del sistema de poder y debilidad de las nuevas fórmulas políticas, como
el Sexenio Democrático, destacó esta localidad por la entidad de las
manifestaciones de su inquietud social.
Sin
embargo, no estuvieron ausentes a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX
los episodios que reflejaban la existencia de un malestar en la población. Se
trata de manifestaciones de muy diversa entidad en las que las protestas de
tipo fiscal fueron las protagonistas. Las algaradas en protesta contra los
consumos, generalizadas en el ámbito rural decimonónico, estuvieron presentes
en Los Santos de Maimona. Se han documentado dos episodios de este tipo, uno a
fines del XIX (1889) y otro a comienzos del siglo XX (1908)[18]. En los ambientes
populares este impuesto generó un rechazo generalizado. Al margen de los abusos
que las oligarquías rurales cometían en su cobro, se le atribuía una
responsabilidad directa en el encarecimiento de las materias alimenticias
básicas. De esta forma se convirtieron en protagonistas de la mayoría de los
tumultos producidos en los pueblos[19].
El episodio de
agitación popular producido en Los Santos mejor documentado se desarrolló en el
contexto de una de las diversas crisis agrarias que conoció el campo español
durante la Restauración.
La sequía de 1904, que generó pérdida de las cosechas, falta
de trabajo y carestía de los alimentos, generó una importante inquietud social
en Extremadura, como en toda España. Lo sucedido en Los Santos de Maimona
resulta una manifestación extrema de lo que ocurrió en otros lugares. El diario
republicano de Badajoz La
Región Extremeña de comienzos del verano de 1905 ofreció una
amplia información[20].
Según esto se amotinó el vecindario, protestando por la carestía de los
artículos de primera necesidad. Los amotinados recorrieron las principales
calles, dando gritos contra los acaparadores. Apedrearon la casa del alcalde y
quisieron también detener los trabajos de la siega que en aquellos momentos se
estaba realizando. La guardia civil practicó algunas detenciones, en un
contexto de gran excitación.
Pero, como decimos,
escasean las noticias sobre sucesos de este tipo en la localidad a lo largo de
los conflictivos años de la
Primera Guerra Mundial e inmediata posguerra cuando los
precios conocieron un proceso de inflación galopante que deterioraba
rápidamente los salarios reales. Tampoco la etapa de la Segunda República ,
cuando la agitación en los campos y las tensiones sociales alcanzaron sus más
elevadas cotas en Extremadura, tuvo en Los Santos de Maimona un escenario
especialmente relevante en su protagonismo conflictivo. Bien es cierto que no
faltaron episodios de subversión rural, pero desde luego fueron menos violentos
que los de otros núcleos de similar potencia demográfica. En el propio partido
de Zafra, donde se daban características comunes, ausencia de una concentración
extrema de la riqueza, hubo localidades de menor entidad en las que las
tensiones alcanzaron mayor intensidad. Fue el caso de Feria, pero también los
de Fuente del Maestre, Medina de las Torres, o la misma capital del partido. En
los dos primeros lugares, las alteraciones de orden público derivaron en graves
enfrentamientos que originaron varias víctimas mortales.
No estuvo ausente, sin
embargo, Los Santos de Maimona del mayor conflicto laboral que conoció el mundo
rural durante la
Segunda República , la gran huelga general del campo de junio
de 1934. También se conocieron algunos episodios de ataques a la propiedad,
bajo la forma de roturación de fincas o destrozos de cosechas, pero nunca
alcanzaron la importancia de otros lugares[21].
Porque el malestar social en aquellos años era intenso ante la concentración de
una elevada población en el medio rural y la dificultad de articular soluciones
operativas. La idea de un cambio político profundo que alterase de manera
radical el sistema social y económico vigente estaba presente en los ámbitos de
algunas fuerzas de izquierda.
En poco tiempo, las
masas campesinas, tradicionalmente sumisas, conocieron un intenso proceso de
politización. La ilusión de una transformación radical de las condiciones de
vida ganó a muchos, fascinados también por lo que había ocurrido en Rusia[22].
La idea de materializar una próxima revolución se convirtió en referente de la
actuación pública de grupos de activistas de izquierda, muy minoritarios. En
mayo de 1935 fueron juzgados en Badajoz varios vecinos de Los Santos de Maimona
acusados de realizar pintadas subversivas. El contenido de éstas resulta
inequívoco sobre sus objetivos: “Abajo Gobierno fascista. Muera Gil Robles.
Muera Gobierno. Viva gobierno pueblo campesino. Viva la revolución social”[23].
En definitiva, los
datos disponibles muestran que un gran núcleo rural como Los Santos de Maimona,
con una numerosa población asalariada no tuvo un protagonismo conflictivo
acorde con esta importancia. Como elementos explicativos, al margen de
economicismos y sociologismos de salón, se podrían apuntar tanto la existencia
de bajos niveles de concentración de la riqueza como, sobre todo, la
rentabilidad de los cultivos dominantes. Porque el minifundismo era una
característica de todo el partido, en algunos de cuyos pueblos se vivieron
intensos cuadros de conflictividad.
2. EL DESARROLLO ASOCIATIVO EN EL ÁMBITO RURAL. LA LUCHA POR EL CONTROL DEL
PROCESO DE MOVILIZACIÓN DEL CAMPESINADO.
En las zonas agrarias la
penetración de los nuevos idearios sociales de emancipación característicos de
la contemporaneidad fue lenta. Pero con el comienzo del siglo XX el proceso de
movilización de los trabajadores se hizo imparable incluso en las zonas más
atrasadas, como Extremadura. En los núcleos rurales fueron apareciendo las
primeras manifestaciones de un esfuerzo de integración de voluntades
individuales en una empresa colectiva, como mejor medio para defender los
intereses morales y materiales[24].
Aunque España permaneció
neutral en la I Guerra
Mundial, no pudo librarse de sus efectos. Estos fueron beneficiosos para la
economía del país, que se enriqueció notablemente al convertirse en proveedor
de los países beligerantes. Pero el ansia exportadora determinó carestía y
desabastecimiento de los artículos de primera necesidad. Esta situación agravó
la vida de las clases populares que vieron como su subsistencia resultaba cada
día más difícil. Como consecuencia de ello se intensificó, tras 1914, el
espíritu de protesta que determinó un notable proceso de movilización,
manifestado tanto en un incremento de la afiliación a partidos obreros y
sindicatos, como en un aumento de las huelgas a la búsqueda de mejores
condiciones laborales.
En suma, el agudo proceso
inflacionista desencadenado por la
I Guerra Mundial (el índice de precios al por mayor pasó de
100 en 1913 a
204,9 en 1918) determinó un aumento del malestar de las clases populares, que
se reflejó tanto en el incremento de la movilización de los trabajadores, como
en el endurecimiento de los conflictos. Entre 1918 y 1920 se alcanzó el cénit
de esta situación.
El propio socialismo,
sorprendido ante esta emergencia rural, debió adecuar su discurso a la nueva
situación. En 1918 celebró el P.S.O.E.
su XI Congreso que revisó
el programa mínimo del partido, precisó sus fines (abolición de la monarquía,
supresión del presupuesto de culto y clero, derecho de voto para ambos sexos a
partir de los 21 años, abolición de la pena de muerte, nacionalización de minas
y medios de transporte, semana de trabajo de 44 horas, etc.) y elaboró, con
carácter provisional, un programa
agrario.
Por primera vez el socialismo
mostraba inquietud ante los problemas del mundo rural, reflejo de la difusión
de aquel ideario por algunas zonas agrarias, como Extremadura. Lo que se aprobó
no era muy preciso; abogaba por la «revisión del derecho de propiedad», la
nacionalización de los bosques, la reglamentación de los contratos de
arrendamiento, la reconstitución de bienes comunales, la redención de foros y
subforos, formación del catastro, etc. En suma todo muy genérico, como si se
hubiese improvisado para salir del paso[25].
En esta difícil coyuntura que
vivió la sociedad española a finales de la segunda década del siglo XX las
clases populares rompieron su tradicional sumisión y comenzaron a actuar en la
vida pública. No solo se organizaron en sociedades de resistencia y
protagonizaron conflictos en defensa de mejores condiciones laborales, sino
que, además, decidieron actuar de forma autónoma y con un claro compromiso
ideológico en la política municipal. En Extremadura el mayor éxito lo lograría
el socialismo en las elecciones municipales de 1920. Se consolidaron o
comenzaron a aparecer minorías socialistas en los principales ayuntamientos de
la región. El caso más notable fue el de Cáceres, pero también, en la provincia
de Badajoz hay que mencionar a Fregenal, Fuente de Cantos, Herrera de Duque,
Jerez de los Caballeros, Olivenza, Azuaga, Barcarrota, San Vicente de Alcántara,
Higuera la Real ,
etc. Las fuentes disponibles muestran que en Los Santos de Maimona las fuerzas
dinásticas, representadas por las oligarquías tradicionales, siguieron
conservando la hegemonía de siempre, a pesar del importante avance del ideario
socialista.
Hacia 1920, pues, se había
consolidado en Extremadura un amplio movimiento organizativo de los
trabajadores, todavía sin una clara adscripción ideológica en la mayoría de los
casos. Todos los ramos de la producción se vieron afectados. En los lugares de
mayor entidad demográfica se formaron asociaciones específicas por los obreros
de cada sector. En otros, por el contrario, se agrupaban los diferentes
asalariados en una sociedad de oficios varios. Los Santos de Maimona no quedó
fuera de este esfuerzo. El 26 de octubre de 19 15 se constituyó una sociedad de
oficios varios que en 1920 contaba con un centenar de socios.
Sin
embargo, los comienzos del asosacionismo obrero de Los Santos fueron difíciles,
estuvieron llenos de contratiempos, pues había que vencer la oposición de las
fuerzas sociales tradicionales, no acostumbradas a que se discutiese su
hegemonía. En septiembre de 1915 la Guardia Civil suspendió el funcionamiento de la
sociedad entonces existente por alteración del orden. La decisión alcanzó una
gran repercusión nacional, pues fue criticada por el órgano del PSOE, “El
Socialista” que acusó de manejos caciquiles al Gobernador Civil y al jefe
conservador local Pedro Rico. A pesar de estos incidentes, la actividad de esta
organización no se paralizó, reapareciendo y dando vida a una Casa del Pueblo
convertida enseguida en centro de proselitismo del ideario socialista en la
comarca. De acuerdo con los datos del XI Congreso del PSOE celebrado en
noviembre de 1918, Los Santos de Maimona fue una de las contadas localidades
extremeñas que envió representación a la reunión. Este protagonismo del
socialismo en la localidad se confirmaría además en las elecciones municipales
de 1917, cuando por primera vez en su historia fueron elegidos dos concejales
socialistas. Eran momentos de intensas campañas de propaganda en la provincia,
que consolidarían, a pesar del total predominio de las estructuras caciquiles,
las bases de desarrollo del PSOE en Extremadura.
A lo largo del XIX, el
desarrollo de las organizaciones obreras, orientadas ideológicamente por las
diferentes corrientes socialistas y muy críticas con los valores tradicionales,
planteó a la Iglesia
Católica un grave peligro.
Se trataba de la pérdida de control de amplios sectores de la población,
aunque, enfrascada la jerarquía en otros asuntos, tardó en reaccionar. Fue León
XIII, con la encíclica Rerum Novarum
(1891), el que, al denunciar la insensibilidad del capitalismo, defender la
propiedad privada y recomendar la conveniencia del asociacionismo obrero, sentó las bases del catolicismo social.
Sus efectos tardaron, sin embargo, en llegar a España[26].
Sólo algunas figuras trataron
de manera aislada de hacer frente al problema social, mediante la creación de
instituciones destinados a encuadrar a los trabajadores para alejarlos del
socialismo. Con la entrada en el siglo XX, cuando se intensificó el proceso de
emergencia de las masas en la vida pública, se produjo un cambio de estrategia
y la Iglesia
se embarcó definitivamente en la experiencia de poner a punto un Movimiento
Obrero Católico. En el ámbito donde más
éxitos se conseguirían sería en el agrario. Todo se llevó a cabo con unos
rasgos esenciales: el paternalismo (control desde arriba) y el carácter instrumental
de la tarea a realizar (recristianizar la sociedad).
El catolicismo social español
ha sido tradicionalmente, cuando no despreciado por irrelevante, valorado de
una forma muy crítica. En ello ha influido tanto la constatación de una
innegable realidad material, los graves errores de planteamiento y la modestia
de los logros obtenidos, como una deformación ideológica, resultado del
pensamiento dominante en la historiografía académica de buena parte del último
tercio del siglo XX. Porque por un lado la titánica tarea a realizar para resolver
la cuestión social del campo, al chocar frontalmente con la resistencia de los
privilegiados, superaba la capacidad de actuación derivada del voluntarismo
bienintencionado. De esta forma no pudo evitarse el brutal enfrentamiento que
conoció la sociedad española en los años 30. Por otro el prestigio hegemónico
del marxismo y la ciega confianza en la inminente destrucción de la sociedad
burguesa, tras la próxima victoria del comunismo sobre el capitalismo, tendía a
ver como maniobras de distracción todo lo que no fuera alineamiento
incondicional con los objetivos del proletariado militante. De ahí se derivaba
un total desprecio a cualquier manifestación de reformismo, considerada mera
estrategia contrarrevolucionaria.
La actividad de los
propagandistas católicos se movía, a pesar de la existencia de unas normativas
comunes, en un contexto de autonomía y
desconexión, lo que suponía pérdida de energía. Cada figura, generalmente
religiosos, tomaba sus iniciativas y las desarrollaba a su recto entender. De ahí
que menudearan los esfuerzos, constantemente fallidos, para conseguir la unidad
de acción. Se buscó inspiración en los modelos consagrados en los países del
Norte de Europa, que resultaron poco adecuados a la situación social española.
El componente básico de los sindicatos libres belgas era la creencia en la
posibilidad de un orden social cristiano, como verdadera alternativa frente al
liberalismo y el socialismo. Pero en España, como algunos propagandistas
católicos más lúcidos denunciaron, existía un intenso divorcio entre amplios
sectores populares y la
Iglesia. Además la clase obrera identificaba a aquélla con la
burguesía. En definitiva, ir al pueblo, conectar con sus intereses se convirtió
en una tarea llena de escollos.
Dos notas orientaron, pues,
desde el primer momento y hasta el final, la actuación del catolicismo social.
Por un lado, su esfuerzo contrarrevolucionario, para ganar el campo al
socialismo, que intensificaba el proceso de descristianización de las masas
rurales. Por otro, su intento de paliar el impacto del desarrollo del
capitalismo en España y sus repercusiones en la agricultura, que conducía a la
proletarización, endeudamiento y ruina del pequeño campesinado. Los agentes
promotores básicos de las obras sociales fueron los parrocos rurales,
estimulados por una jerarquía que no tenía una idea precisa de cómo encarar la
cuestión. Sin embargo no siempre contaron ni con la buena voluntad ni con la
comprensión de los terratenientes a los que objetivamente defendían y cuyos
intereses protegían. Algunos de estos voluntaristas y abnegados propagandistas
se vieron acusados, ante su sorpresa, de ser bolcheviques blancos.
En 1906, con la aparición de la Ley de Sindicatos Agrícolas,
se creaba el instrumento adecuado que iba a posibilitar una mayor penetración
de la Acción Social
Católica en el medio rural. Se consiguió un notable grado de movilización del
campesinado, contándose por centenares de miles los individuos encuadrados en
todo el país. El sindicato agrícola no era una sociedad de resistencia, sino
una agrupación de campesinos de muy diversa condición (propietarios,
arrendatarios y jornaleros). Funcionalmente eran como unas cooperativas que
trataban de facilitar un abaratamiento
de los costos de producción merced a las economías de escala (compra de abonos,
herramientas y utensilios agrarios). Podían llevar anexa una Caja Rural
(sistema Raiffeisen, de responsabilidad solidaria ilimitada de sus socios) con
la que se trataba de hacer frente a uno de los más graves retos, el del
crédito. Por eso atrajo a los pequeños propietarios, permanentemente agobiados
por la falta de liquidez y su crónica dependencia de la usura. Las Cajas de
Ahorros fueron la mayor aportación del catolicismo social.
A medida que el movimiento
sindical católico se expandía en el ámbito rural se buscó la integración de
esfuerzos mediante la constitución de organizaciones de cobertura más amplia
que permitieran coordinar las tareas. Se formaron así las Federaciones que
agrupaban a los sindicatos agrícolas de diversas comarcas, muchas veces
nucleadas alrededor de una diócesis. Aunque en 1912 se había constituido en
Valencia la
Federación Nacional Católica Agraria, la verdadera
unificación del movimiento católico-agrario se produjo en 1917, en la Asamblea celebrada en Valladolid,
donde se creó la
Confederación Nacional Católica Agraria. En ella se fueron integrando las diferentes federaciones provinciales, de manera que terminó encuadrando a miles de
sindicatos agrícolas y movilizando a grandes masas de campesinos[27]. En 1922 contaba con 57 federaciones y 4.000 sindicatos. En estos años, fines de la segunda década del siglo, de creciente
tensión social en el campo, realizó una intensa labor de propaganda por
aquellas zonas rurales en las que el socialismo se extendía de forma acelerada,
entre las que aparecía Extremadura.
Su labor básica de apoyo al campesinado medio se
realizaba potenciando el cooperativismo, ahorro de costes con economías de
escala, y las cajas rurales de ahorros, solución al crédito agrario y lucha
contra la usura. Sin embargo en su enfoque de la cuestión social la Iglesia no consiguió
deslindar el campo religioso del social y no logró desprenderse de la sospecha
de connivencia con los intereses patronales, ni desterrar el paternalismo. Las
reivindicaciones fundían en un todo común los planteamientos de los grandes
terratenientes y de los modestos campesinos. La defensa de precios agrícolas,
garantizados por el Estado, podía ayudar a sobrevivir al pequeño campesino,
pero, sobre todo, era la base de la enorme acumulación de los grandes. De esta
forma un beneficiario real (los grandes terratenientes), hablando siempre de
los pequeños, consiguió articular una política de clase con el apoyo de masas
suministrado por el pequeño campesinado.
En definitiva, hacia 1920 el
proceso movilizador afectaba a todos los grupos sociales. La patronal también
buscó en la unión una plataforma para la mejor defensa de sus intereses. En Los
Santos de Maimona se constituyó, por iniciativa de Ezequiel Fernández Santana,
en abril de 1909 un sindicato agrícola-caja rural, del que se hablará más
adelante, que en 1920 agrupaba a 1.170 socios y ocupaba a 650 obreros[28], lo que
muestra que sus miembros eran sobre modestos labradores. No podría ser de otra
forma, dado el elevado número de individuos implicados.
También existía en la
localidad en 1919, para atender sobre todo a la reparación de los caminos,
esencial en el minifundismo, una Comunidad de Labradores, con 1.030 socios, y
una asociación de agricultores, con 45 miembros, dedicada a la defensa general
de los intereses agrícolas. En Los Santos, pues, por el número de individuos
implicados en el movimiento asociativo, es preciso admitir el protagonismo de
los modestos propietarios, es decir, de las entidades patronales.
3. UNA NOTABLE
FIGURA DEL CATOLICISMO SOCIAL ESPAÑOL. EL PROTAGONISMO DEL “CURA DE LOS SANTOS”
El catolicismo social tuvo
también su manifestación en Extremadura[29] y contó con
algunas figuras importantes, la trascendencia de cuya tarea hizo que su nombre
traspasara las fronteras regionales. Todos ellos, con mayor o menor fortuna,
predicaron con el ejemplo y entre ellos destacó un sacerdote rural que
contribuyó con su obra a que el nombre de Los Santos se difundiera ampliamente
por toda España e incluso en el extranjero. Se trata de Ezequiel Fernández
Santana, también conocido como “el cura de Los Santos”, tal como firmaba sus
escritos.
Ezequiel Fernández Santana no era natural de la
localidad en la que viviría casi la mitad de su vida y cuyo nombre quedaría
indisolublemente identificado con su obra. Nació en el vecino pueblo de
Valencia del Ventoso, el 8 de marzo de 18 74, en el seno de una familia de
labradores medios, pero acomodados. Ingresó a los 14 años en el Seminario
Conciliar de San Atón de Badajoz y fue consagrado sacerdote en 1900. Fue
profesor durante varios años en aquel centro y amplió su formación con los
estudios de Derecho Civil y Canónico en las Universidades de Sevilla y Granada.
En la primera de ellas logró el Doctorado en Teología.
Dedicado al ministerio sacerdotal, ejerció en
Bodonal de la Sierra ,
Fregenal y en 1909 llegó a Los Santos de Maimona, de donde ya, aunque hubiese
podido, no se movería. Allí falleció en un momento especialmente doloroso, el 11 de noviembre de 19 38,
en plena guerra civil. No cabe duda que la terrible tragedia que afectó a
España, a la provincia de Badajoz y a su propia localidad aceleró su
muerte. La intensa conflictividad social
en el mundo rural extremeño durante la etapa republicana y la espiral de
violencia abierta en julio de 1936 suponían tanto la confirmación de sus peores
temores, como la constatación del fracaso de su obra de concordia social.
Sus fuentes de inspiración estaban en el
magisterio de los Pontífices, en las encíclicas papales. Junto a la Rerum Novarum ,
la que algunos han considerado la segunda parte de esta misma encíclica, la Quadragesimo Anno ,
de 1931, de Pío XI. Ésta, adaptación del mismo espíritu a tiempos nuevos,
buscaba cubrir idéntico objetivo, la restauración del orden social gravemente
perturbado por los profundos cambios que en las costumbres estaba
experimentando la sociedad europea, favorecidos por el avance los nuevos
idearios políticos. Entendida la propiedad como derecho natural, quedaba
condicionada al cumplimiento de unas obligaciones sociales que tenían como eje
la caridad. La dignificación del obrero se debía realizar mediante el salario
familiar y la participación en los beneficios de la empresa.
En 1935 explicaba la razón de su implicación en
esta tarea de reforma social, “me ha movido la impresión que me han causado las
múltiples y sangrientas llagas sociales descubiertas y mi deseo de contribuir a
curarlas aplicándoles los remedios que contiene la doctrina social de la Iglesia. Me ha llevado
a ello el deseo de reparar tanta injusticia, de impedir tanto abandono, de
estimular tanta apatía, de remediar tantas necesidades, de calmar tanto odio,
de quitar la causa de tantas rebeldías y poner en su lugar la justicia y la
caridad, el amor y el sacrificio, la paz y el orden”[30].
Estaba claro que se trataba de una obra reformista con un objetivo
contrarrevolucionario. Eliminar los males para evitar el peligro de
descomposición social.
Profundo conocedor del medio rural, dejó claro
cuál era la raíz del problema, el diagnóstico que realizó fue preciso. En
realidad recogió las líneas maestras del pensamiento reformista pequeño
burgués, defensor del orden establecido, pero aterrorizado ante la amenazante
emergencia de las masas desposeídas. Entendía que la cuestión social en
Extremadura tenía dos pilares básicos, por un lado la peculiar estructura de la
propiedad territorial y, por otro, la especial configuración temporal del
trabajo agrícola. La solución pasaba por el establecimiento de un sistema de
propiedad rústica en la que esta quedase equitativamente repartida y sujeta a
la función social, es decir que se explotase mediante la labor que era la que
más demanda de mano de obra ofrecía. Además el trabajo agrícola debía ser
constante, eliminando su estacionalidad, y remunerador, de forma que su cuantía
permitiera una digna subsistencia. El problema clave era, obviamente, como
conseguir alcanzar estos objetivos respetando el carácter sagrado de la
propiedad.
A finales de su vida, ya en tiempos de la Segunda República ,
cuando veía inminente el peligro de la revolución, insistía angustiosamente en
la urgencia de la tarea. Había que resolver el problema, prestando auxilio a
los más humildes. La situación social se había ido deteriorando y la
movilización de las masas rurales convertía la protesta en una amenaza cada día
más cercana. Ya no se trataba de una obra de caridad, sino de justicia. Para
Fernández Santana las tremendas diferencias en la distribución de la riqueza no
podían ser obra de Dios. Estaba claro que había pasado el tiempo de los remedios
antiguos, de los meros cuidados paliativos de emergencia (cocinas económicas).
Había que ir a una mejor distribución de la renta agraria, mediante el reparto
equitativo de la tierra, eso sí previa indemnización a los propietarios.
La idea de expropiar los latifundios, pagando su
importe, se había ido abriendo paso en amplios círculos de la pequeña burguesía
tras la Revolución
Rusa , que puso de manifiesto los peligros que para el orden
establecido se derivaban de la extrema polarización social. Pero a la hora de
materializar el proyecto de reparto de la tierra las resistencias de siempre
bloquearían cualquier esfuerzo distribuidor. Los grandes propietarios no
estaban dispuestos a que el cambio del sistema de propiedad se hiciera a costa
de sus intereses. De ahí el rechazo a la obra de reforma agraria de carácter
redistribuidor diseñada por los poderes públicos. Pero aquélla se consideraba
ya en diversos sectores de la sociedad española como la única solución. Por eso
se llevaron a cabo de manera particular algunas iniciativas individuales y
aisladas, de muy diferente origen.
El mismo Ezequiel Fernández Santana patrocinó una
actuación en este sentido. En 1916 el Sindicato e Exalumnos de Los Santos
adquirió 40 Has. de cereal que fueron divididas en 80 parcelas y sorteadas
entre los jornaleros[31].
No fue la única experiencia de este tipo que dinamizó el Cura de Los Santos.
Por lo demás, el éxito de la operación dependía del acierto a la hora de elegir
un nuevo cultivo sustitutorio al que dedicar las tierras repartidas. Porque al
tratarse forzosamente de pequeñas parcelas, su explotación individual solo
tenía viabilidad económica si se introducían cultivos muy rentables. La vid
aparecía siempre como el aprovechamiento más apropiado para que el proyecto
tuviera verdadera funcionalidad social. Ya se ha visto que las características
edafológicas del término de Los Santos de Maimona resultaban muy apropiadas
para el viñedo.
Pero el mundo rural tenía, como se ha visto ya,
otro gravísimo problema, la ausencia de un sistema articulado de crédito
agrícola. La empresa agraria exigía disponer periódicamente de una liquidez a
la que no siempre se podía hacer frente con solvencia. En estas situaciones,
los campesinos modestos debían recurrir a prestamistas locales que suplían lo
arriesgado de la operación con elevados tipos de interés. Era lo que la
literatura de la época llamaba el problema de la usura. Dado lo incierto del
resultado de cada año agrícola, las consecuencias de los impagos podían ser
catastróficas para la estabilidad del patrimonio familiar. Solucionar esta
cuestión financiera se convirtió en un reto para el catolicismo social y fue el
ámbito en el que logró sus mejores éxitos. Ezequiel Fernández Santana dedicó
buena parte de sus esfuerzos a poner a punto las instituciones adecuadas, las
cajas rurales, para atender a este fin.
No se puede olvidar, sin embargo, que no eran solo
fines económicos los que se querían conseguir, en última instancia se volvía al
objetivo de siempre, la recristianización de las masas para alejarlas de las
ideas socialistas.
Más aunque la empresa fuera ardua
e incierto el resultado, aún así debiéramos tomar con todo empeño la vuelta al
redil de la Iglesia
de tantos pobres obreros miserablemente engañados, de tantas pobres almas
puestas en gran peligro de eterna condenación. Este ha de ser el primero y el
más necesario entre todos los trabajos que hemos de emprender para la solución
del problema social en Extremadura[32].
El cura de Los Santos fue un propagandista
católico de incansable actividad. Fue un teórico, pero también un hombre de
acción. Difundió sus ideas, las características del catolicismo social, y
realizaciones prácticas mediante una intensa labor publicística. Sus
conferencias se impartieron por toda España, que pudo contemplar como aquel
modesto sacerdote rural no solo predicaba, sino, que, además, utilizando la
terminología popular, daba trigo. Escribió mucho, libros, folletos y artículos,
y dio vida a diferentes publicaciones, entre ellas dos periódicas, el Boletín
Parroquial y La
Escuela Parroquial , que tuvieron larga trayectoria. En
definitiva, protagonizó durante décadas la dinámica social de la localidad.
Pero aunque escribió mucho, fue ante todo un
destacado organizador. Al margen de su labor pastoral, en el ámbito social tuvo
un doble campo de actuación, se movió en el terreno pedagógico (creación de
escuelas) y en el mundo sindical (formación de cajas de ahorros y sindicatos). Su titánica tarea era cambiar al hombre para
transformar a la sociedad, a partir del humanismo cristiano. Es decir, se movía
en el contexto del catolicismo social y sus planteamientos estaban, por tanto,
radicalmente enfrentados a los principios que caracterizaban el discurso y la
práctica proletaria. Frente a la ruptura del orden social vigente y la
destrucción del Estado burgués, la defensa de su constante mejora. A largo
plazo sus ideas, ineficaces en un sentido inmediato, tendrían, pues, más
vigencia que las de sus rivales ideológicos.
Desde el primer momento
mostró una gran preocupación por la situación del campesinado modesto, el
mayoritario en las comunidades rurales. Siguiendo las directrices papales
entendía que el clero tenía, además de sus funciones sacramentales, una misión
esencial que desempeñar en los pueblos, había que salir de la sacristía y
comprometerse en el bienestar y no solo espiritual de los fieles. De esta forma
decidió intervenir en la vida pública, orientando la puesta a punto de aquellas
instituciones que mejor podían ayudar a conseguir el principal fin: la armonía
social.
Ezequiel Fernández
Santana mostró desde los primeros momentos de su ejercicio sacerdotal tal
interés por la cuestión social que se convirtió en la figura más destacada del
catolicismo social en Badajoz. Sus realizaciones pioneras fueron las que llevó
a cabo en Fregenal (Sindicato Agrícola, Patronato Católico Obrero, escuela
nocturna de adultos y dos cajas rurales).
De estas experiencias organizativas, casi todas de vida efímera, fue la
escuela de adultos (en realidad adolescentes de 12 a 16 años) de la que más
enseñanzas obtuvo. En una población ignorante no podía sobrevivir ninguna obra
social. Y el analfabetismo en el medio rural extremeño de comienzos del siglo
XX era muy elevado.
Hombre de una actividad
inagotable, en 1909, a
poco de llegar destinado a Los Santos, creó la Caja Rural que atendería
no solo a esa localidad sino también a los pueblos del partido de Zafra. Al año siguiente había 26 cajas en la
provincia y ésta tenía 379 socios, con un capital asociado de 8.021.967 pts . Por
este concepto era la novena caja de la provincia. Destacaba por el volumen de
las imposiciones en la Caja
de Ahorros, ocupando el quinto lugar provincial. Las grandes cajas de Badajoz
eran entonces las de Fregenal, Almendralejo y Villafranca de los Barros.
Evolución de las cuentas de
|
||
Partida
|
1910
|
1918
|
Préstamos
personales
|
20.000
|
125.913
|
Préstamos
pignoraticios
|
8.802
|
22.510
|
Préstamos
hipotecarios
|
260.658
|
521.303
|
Imposiciones
en Caja de Ahorros
|
181.600
|
671.275
|
Fuente:
“Nuevo Diario de Badajoz”, 30-III-19 10 y “BOP” Badajoz, 9-X-19 18
Es preciso
recordar que son pesetas corrientes de cada año, por lo que teniendo en cuenta
la galopante inflación producida entre 1914 y 1918, los valores de 1910
suponían el 50 % de los de 1918. Esto significa que los préstamos hipotecarios
se habían estancado, pero habían aumentado considerablemente los personales y
las imposiciones en la Caja
de Ahorros, producto de la acumulación de capital que posibilitó la fiebre
exportadora de aquellos años bélicos.
Pero era consciente
Fernández Santana de que estas instituciones ayudaban a los campesinos, con sus
economías de escala y el abaratamiento del crédito, pero eran inadecuadas para
atender a los más necesitados, para hacer frente a la miseria reinante en
amplias capas de la población rural. Además, era necesaria, si se quería una
optimización de los resultados de tantos esfuerzos, una formación cultural que
hiciese realmente operativas las innovaciones organizativas introducidas en el
mundo rural.
Cuando publicó en 1917 ¿Escuelas
o Sindicatos? (conjunto de artículos previamente publicados en La Escuela Parroquial
de fuerte contenido docente), ya tenía
una notable experiencia organizativa, primero en Fregenal y luego en Los
Santos. Por eso insistió tanto Fernández Santana en la necesidad de estudiar
bien la realidad antes de embarcarse ilusionadamente en empresas que
fracasarían al poco tiempo: Nuestra vehemencia propia de meridionales nos ha
llevado a copiar irreflexivamente obras del extranjero, que al transportarlas, sin
cuidarnos de la adaptación, murieron o viven muriendo[33]. Su labor
pedagógica, inspirada en experiencias anteriores, sería esencial en su obra y
formaba un todo con el proyecto reformador.
Para él los esfuerzos
organizativos del catolicismo social resultarían de escaso fruto en el aspecto
material, económico, e inutil en el espiritual, formación religiosa, mientras
no preceda la debida formación del pueblo español. En la línea del
regeracionomo costiano, el primer tema a resolver, junto a la despensa, era el
de la escuela. Hablaba con pesimismo, fruto de la desilusión ocasionada por el
fracaso de anteriores experiencias: No es pues que yo sea enemigo de los
sindicatos, sino que creo ser de absoluta necesidad que le preceda una intensa
formación, si no han de ser inútiles[34]. La fiebre
asociativa desarrollada a partir de 1907, a raíz de la visita del padre Vicent a
Extremadura, se diluyó enseguida y de lo realizado con tanta improvisación como
ilusión pronto apenas quedó nada.
Su papel como educador fue
fundamental y le permiriría cosechar sus mayores éxitos. En su tiempo fue un
hombre admirado, reclamado en todo tipo de reuniones y encuentros y
constantemente presente en la prensa de la época. Incluso los republicanos,
enfrentados ideológicamente con la
Iglesia y por tanto con lo que representaba Fernández
Santana, no dejaban de reconocer críticamente la aportación del que
consideraban sociólogo de la corriente filantrópica[35]. Al margen de
las diferencias de orientación, había que tomar postura ante la cuestión. Se
trataba de elegir una de las cuatro vías para hacer frente al problema social
planteado: socialismo; intervencionismo del Estado, anarquismo y georgismo.
Además esta faceta de su vida es
la que ha merecido más atención bibliográfica, de tal manera que ha sido
considerado una figura destacada de la educación extremeña[36]. Confió
siempre en el papel redentor, como instrumento de integración y armonía de
clases, de la cultura. Los Santos se convirtió en el laboratorio adecuado para
poner a punto sus experimentos sociales. Es de reconocer que encontró en su
gente el ambiente favorable para llevar a cabo tan innovadoras experiencias,
que tenían como objetivo final el restablecimiento de la armonía social, la Arcadia feliz, que
supuestamente había caracterizado a las sociedades primitivas. Porque, como era
frecuente en los críticos conservadores de la modernidad, hacía gala de una
visión idílica del pasado.
Sus diferentes obras
educativas abarcaban todas las etapas de la vida de los individuos, desde
escuelas de niños a clases nocturnas de adultos. Nada más llegar a Los Santos
en 1909 estableció una escuela de adultos que alcanzó tal éxito que enseguida
reuniría varios centenares de alumnos para los que se habilitaron locales en el
Palacio de la
Encomienda. El Catecismo y las técnicas instrumentales (leer,
escribir y contar) constituían el sustrato básico de la enseñanza. Para los más
avanzados el plan de estudios comprendía los aspectos agronómicos y el Dibujo
técnico. También abrió una escuela diurna interclasista para niños de seis a
diez años, gratuita para los más humildes y de pago para los pudientes. Estos
alumnos, bien formados ya, pasarían luego en mejores condiciones a recibir la
enseñanza de adultos. Incluso se preocupó de la educación secundaria y de la
profesional, con un Seminario de Maestros. Intentó que los egresados no
perdiesen su contacto con aquel sistema integral, conformando un entramado de
instancias educativas que en conjunto articulaban la Escuela Parroquial.
De esta manera los alumnos al abandonar la enseñanza de adultos y antes de
anclarse definitivamente en el mundo productivo y pasar a formar parte del
sindicato, a los 23 años, ingresarían en una nueva institución, el Patronato de
ExAlumnos, para mayores de 18 años, cuya formación educativa sería más
especializada. Se pretendía, pues, una actuación constante sobre las personas
para mantenerlas en el seno de los principios inspiradores de su visión del
mundo, es decir dentro del humanismo cristiano. El ideal era que toda la vida
del individuo quedase encuadrada mediante este conjunto de instituciones
educativas y socioeconómicas[37].
Porque se trataba no solo de
formar intelectualmente sino también de crear hábitos de comportamiento que
regirían la trayectoria vital de los habitantes del medio rural. Muy en la
línea del pensamiento reformista dominante en la época, había que fomentar las
ideas de la previsión. Por eso tanto la escuela diurna como la nocturna
llevaban aparejada una caja de ahorros. Eran un aspecto más de la obra
educativa mediante la que los alumnos se habituaban al ahorro, aprendían las
ventajas de la asociación y adquirían capacidades de autogestión. El niño iba
imponiendo pequeñas cantidades, de manera que al llegar a la edad adulta
disponía de un modesto capital.
Todo se llevaba a cabo desde
luego, como no podía ser de otra forma, con una clara orientación, que hundía
sus raíces en los valores tradicionales. Innovó, pero se inspiró también en la
obra de otros religiosos preocupados por la educación popular. Conoció la experiencia
pedagógica que en el vecino pueblo de Segura de León dirigía su párroco
Ildefonso Serrano. También el sacerdote burgalés, Andrés Manjón, con sus
empresas educativas en Granada, las
Escuelas del Ave María y la
Escuela de Artesanos, figuró entre estos inspiradores. Era
una enseñanza cristiana en la que el alumno se convertía en la pieza central de
un proceso docente que no se imponía por la fuerza, sino que aprovechaba la
inagotable vitalidad del niño.
El tema de la formación como
tarea previa a cualquier esfuerzo organizativo le acompañó desde los primeros
momentos. La adecuación de los estudios al entorno en que se iban a desarrollar
aparecía como el elemento central del proceso. Por eso fue muy crítico con
aquellas experiencias que en estos años tenían lugar patrocinadas por la Administración. En
1908 se estableció en Badajoz la
Granja escuela de agricultura práctica, una vieja aspiración
que tenía por objetivo mejorar la formación agronómica de los campesinos y
divulgar los avances técnicos en el trabajo del campo. El balance que hacía en
1912 Fernández Santana de esta institución era muy crítico. Consideraba que no
se adecuaba a las necesidades reales del mundo rural. En última instancia, para
calibrar su fracaso utilizaba un argumento irrefutable, el desinterés de la
población. Si el primer año hubo 40 alumnos, cuatro años después solo había
uno. Pero no se quedó ahí, propuso un detallado plan de estudios alternativo[38].
A comienzos de 1918, León Leal
Ramos, el destacado propagandista católico de Cáceres, como representante del
INP, visitó Los Santos y dio una conferencia en el sindicato de exalumnos,
sobre ahorro y previsión, incitando a los presentes a abrir libreta en aquella
institución y a los que la tuvieran a no dejar de realizar las correspondientes
imposiciones. Valoró en su visita a Los Santos la tarea realizada por Fernández
Santana en un artículo que publicó el diario de Cáceres “La Montaña ” y que reprodujo “La Escuela Parroquial ”.
El trabajo, al margen de las
naturales concesiones a que obliga la cortesía, muestra la trascendencia que la
obra educativa del cura de Los Santos había ya alcanzado y el renombre que
había logrado. Su valoración era contundente:
He visto y contemplado de cerca la obra
grande que ha dado celebridad mundial al pueblo de Los Santos. Al despedirme de
aquel genio de la acción social católica que el pueblo bendice y España entera
admira […] la realidad supera a las descripciones […] obra que da
bríos y comunica arrestos y decisión para luchar contra la impiedad, contra la
incultura, contra los odios, contra las injusticias, contra el mal social que
corroe las entrañas de la sociedad en que vivimos.
Todo impregnado de amor
cristiano que había sabido inculcar aquel hombre cuya fama ha traspasado
justamente no solo los límites de Extremadura sino las fronteras de España[39].
[1] L. F. PINEDA NÚÑEZ, “La
mortalidad en Los Santos de Maimona en los dos últimos siglos”, Revista de
Estudios Extremeños, 1, 2000, págs. 93-117.
[2] P.
MADOZ, Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar,
Imprenta del Diccionario, Madrid, 1847, Tomo XIII, pág. 853.
[3] A.H.P, Cáceres, Sección Real
Audiencia, Libro de Visitas: Los Santos de Maimona.
[4] P. MADOZ,
op. cit., t. XIII, pág. 853
[5]
J. RODRÍGUEZ LABANDEIRA, “El trabajo rural en España
(1876-1936)”, Anthropos, Barcelona, 1991.
[6] F.
SÁNCHEZ MARROYO, Dehesas y
terratenientes en Extremadura. La propiedad de la tierra en la provincia de
Cáceres en los siglos XIX y XX, Editora Regional de Extremadura,
Mérida, 1993.
[7] E. R. WOLF, Los
campesinos, Labor,
Barcelona, 1975.
[8] R. GARRABOU (Ed.),
La crisis agraria de fines del siglo XIX, Crítica, Barcelona, 1988.
[9] Blanca SÁNCHEZ ALONSO, Las causas de la emigración española,
1880-1930, Alianza, Madrid,
1995.
[10] F.
SÁNCHEZ MARROYO, “Los notables y el control político. Las elecciones parlamentarias
en Extremadura durante la
Restauración (1876-1886)” en Investigaciones Históricas, 10, 1989.
[11] P. CARRIÓN,
Los latifundios en España,
Ariel, Barcelona, 1975.
[12] S. ZAPATA BLANCO(Ed.), La industria de una región no
industrializada: Extremadura, 1750-1990, Universidad de Extremadura,
Cáceres, 1996.
[13]
Efectivamente, tampoco la Guía general de la provincia de Badajoz para el
año 1881 incluía a ningún abogado en ejercicio en Los Santos de
Maimona.
[14] En
1852 no existían en la provincia de Badajoz fábricas de harina.
[15] En
1852 solo aparecía en la provincia de Badajoz una fábrica de aceite, en el
término de Oliva de Mérida, con una viga. Pertenecía a un aristócrata local, el
Conde de Campo Espina.
[16] M. A.
NARANJO SANGUINO, La desamortización
de Mendizábal en la provincia de Badajoz (1836-1852), Universidad de
Extremadura, Tesis Doctoral, 1994, Tomo IV, págs. 423-424.
[17] Archivo Histórico
Provincial de Badajoz, Sección Protocolos Notariales, Notaría de Badajoz,
Escritura de 14 de
abril de 18 67. Leg. 1.446
[18]
M. BAUMEISTER, Campesinos sin
tierra. Supervivencia y resistencia en Extremadura (1880-1923),
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación- Diputación de Badajoz, Madrid,
1996.
[19] D. CASTRO
ALFÍN, "Protesta popular y orden público: los motines de consumos" en
España entre dos siglos (1875-1931). Continuidad y cambio, Siglo XXI,
Madrid, 1991.
[20]
“La
Región Extremeña ”, 22 de junio de 19 05.
[21] J. L.
GUTIÉRREZ CASALÁ, Las elecciones
durante la Segunda
República en la provincia de Badajoz, Memoria de
Licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Extremadura, Cáceres,
1996.
[22] J. AVILÉS
FARRÉ, La fe que vino de Rusia. La revolución bolchevique y los españoles
(1917-1931), Madrid,
Biblioteca Nueva, 1999.
[23]
Archivo Audiencia de Badajoz, Libro
de Sentencias de lo Criminal, Sentencia de 5-V-19 35, citado en GUTIÉRREZ
CASALÁ, op. cit.
[24]
F. SÁNCHEZ MARROYO, “Los
Congresos Obreros de Torre de Miguel Sexmero. El surgimiento del movimiento
asociativo de los trabajadores rurales en Extremadura a comienzos del siglo XX”,
Congresos obreros en Torre de Miguel
Sexmero (1902-1903), Diputación Provincial, Badajoz, 2003, págs.
13-38.
[25] P. BIGLINO,
El Socialismo Español y la cuestión agraria
(1890-1936), Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1986.
[26]
F. MONTERO, El primer
catolicismo social y la
Rerum Novarum en España (1889-1902), C.S.I.C.,
Madrid, 1983.
[27] J. J. CASTILLO, Propietarios muy pobres. Sobre la
subordinación política del pequeño campesinado (La CONCA , 1917-1942), Ministerio
de Agricultura, Madrid, 1979.
[28] “Gaceta
de Madrid”, 10-IX-19 20.
[29] Para
la provincia de Cáceres, F. SÁNCHEZ MARROYO, Sindicalismo agrario y movimiento obrero. Cáceres, 1906-1920,
Caja de Ahorros de Cáceres, Cáceres, 1979. Para la de Badajoz, P. MACÍAS
GARCÍA, Agitación campesina y
movilización societaria en Badajoz a comienzos del siglo XX, Memoria
de Licenciatura, Universidad de Extremadura, 1988.
[30] E. FERNÁNDEZ
SANTANA, La cuestión social en
Extremadura a la luz de las Encíclicas Rerum Novarum y Quadragesimo Anno,
Imprenta del Boletín Parroquial, Los Santos, 1935, págs. II-III.
[31] F. SÁNCHEZ
PASCUA, La obra socio-educativa de
Ezequiel Fernández Santana, Univérsitas Editorial, Badajoz, págs. 98
y ss.
[32] E. FERNÁNDEZ
SANTANA, La cuestión social , op. cit., pág. 169.
[33] E. FERNÁNDEZ
SANTANA, ¿Escuelas o sindicatos?,
Imp. Sánchez Hermanos, Los Santos de Maimona, 1917, pág. 3.
[34] Ibidem,
pág. 13.
[35]
«Conferencia de Ezequiel FERNÁNDEZ SANTANA en Almendralejo», “La Región Extremeña ”,
12 de enero de 19 14.
[36] F. Sánchez Pascua, La obra socio-educativa de Ezequiel Fernández
Santana, Badajoz, Univérsitas Editorial, 1994.
[37]
Explicó el funcionamiento del sistema en varias obras con objeto de que pudiese
ser imitado en otros lugares. Cfr. FERNÁNDEZ SANTANA, Nuestra Escuela, Imp. de Sánchez
Hermanos, Los Santos de Maimona, 1919; FERNÁNDEZ SANTANA, Organización y procedimientos pedagógicos de
las Escuelas Parroquiales de Los Santos, Reus, Madrid, 1920.
[38]
E. FERNÁNDEZ SANTANA, La
enseñanza de la agricultura como medio para lograr un resurgimiento agrario,
Badajoz, 1912, págs. 30 y ss.
[39] E. FERNÁNDEZ SANTANA, “La Escuela Parroquial ”,
58, 1918, págs. 9-10.
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